Ya he mencionado en numerosas ocasiones lo difícil que es la feria de Baselworld por la saturación de marcas y la falta de tiempo. Sin embargo te ofrece la satisfacción de poder ver modelos que difícilmente vendrán por España, y poder disfrutarlos despacio gracias, en el caso de Zenith, a su Marketing Manager Verónica Carrasco que siempre me trata exquisitamente. Uno de esos modelos es este Academy Georges Favre-Jacot.
Este guardatiempos es el homenaje que Zenith hace a su fundador en su 150 aniversario y que se celebra este año. Y lo hace mostrando el saber hacer relojero de la manufactura, tanto en lo que concierne a la precisión como en los acabados.
Ya dije en su momento que sorprende que se haya conseguido una Fuerza Constante con un mecanismo tan antiguo como el huso y cadena. Pero, ¿cómo funciona realmente? O mejor: vamos a empezar por explicar por qué hace falta un mecanismo así. De manera muy resumida, se puede decir que el muelle del barrilete, según se va desenrollando, va perdiendo su par de fuerza; esto afecta a la isocronía del reloj -es decir, las oscilaciones dejan de ser iguales- y por tanto el reloj pierde exactitud. Idealmente la descarga de fuerza se debería mantener constante para que no haya oscilaciones cronométricas, lo que ha sido una búsqueda permanente en la relojería.
Pues bien, ¿cómo funciona el fusée? El huso es básicamente una polea cónica más ancha en la base y más estrecha en su parte superior que se ubica entre el barrilete y el conjunto de engranajes. La cadena -que es, como se puede ver, igual que la cadena de una bicicleta porque cumple la misma función de transmisión- está enrollada desde la base a la parte superior del cono. Es desde allí que cruza hasta el barrilete.
Según se desenrolla el muelle real (el que va dentro del barrilete) también se mueve el barrilete, arrastrando la cadena y liándola sobre sí mismo. Así, cuando la reserva de marcha se va agotando el menor tirón del muelle se compensa con el aumento del diámetro del huso en su base, manteniendo el par de fuerza.
Zenith ha dado un amplio espacio en la esfera para mostrar su fusée, y permite apreciar esa mezcla entre los acabados delicados (las superficies pulidas del barrilete) con el aspecto industrial que aporta la cadena -una proeza de la miniaturización- y las superficies cepilladas del huso y el anillo exterior del barrilete (con la inscripción «Zenith – Manufacture Le Locle»).
Por encima sobrevuelan unas manecillas en acero azulado que se leen muy bien. Sorprende sin embargo cómo las otras dos manecillas tienen una forma muy grácil y más relacionada con un reloj que homenajea al pasado mientras que las principales son mucho más, por así decir, rudas, básicas. Seguramente tiene que ver con que las agujas pequeñas afinan su punta muy pronto, por lo que si se hubieran usado en las de horas y minutos la lectura de la hora en la zona abierta hubiera sido más difícil. Aún así, no me hubiera importado que se arriesgaran a ponerlas iguales.
Como el foco de atención está en la complicación, el resto de la esfera se ha decorado con un simple plateado graneado, con una zona en semicírculo para la el indicador de reserva de marcha. Por cierto que, como es tan habitual en muchas marcas, peca de demasiada literatura: Force Constante – High Frequency- bas- haut-0-50. Qué manía con explicar en la esfera lo que ya se sabe.
El calibre, por su parte, es un canto a la racionalidad arquitectónica. Una platina de tres cuartos perfectamente ejecutada y decorada. Las Côtes de Geneve presentan un patrón que me recuerda a la tela de los trajes masculinos. Los puentes sobre el volante y los engranajes, con su cepillado horizontal, repite la idea industrial y mecánica que hemos visto en la cadena.
El reloj, por último, queda muy bien en la muñeca, y eso a pesar de sus 45 mm de diámetro y sus 14,35 de altura. Es una edición limitada a 150 unidades con un precio de 61.500 euros que está, obviamente y con todo merecimiento, ya vendida en su totalidad.