Thomas Mercer fue uno de los mayores fabricantes de cronómetros del mundo. Hacia 1980 había fabricado un tercio de todos los crónometros mundiales, declinando desde entoces hasta que revivió en 2012 con el modelo Classis (que significa flota en latín) diseñado junto con Andrew Winch, famoso diseñador de yates y aviones.
La forma del Classis está inspirada en un cabrestante de barco y tiene el cuerpo de ébano sobre el que están grabados los nombres de naves icónicas de la historia de la navegación.
La esfera está decorada con una reproducción del Planisferio de Mercator de 1587 y permite ver el escape a las 6, por debajo del pequeño segundero. Porque claro, lo importante de un cronómetro es su movimiento, que es como ver un reloj de pulsera a tamaño gigante.
El del Classis integra un escape detant, llamado en español de retén, de fiador o gatillo. Es un escape extraordinariamente delicado que se caracteriza por dar un único impulso al volante cuando está en la proximidad del punto muerto, es decir cerca de la posición de equilibrio del par volante-espiral. Para garantizar la fuerza constante está dotado de un mecanismo de huso y cadena que conocemos de algunos modelos de pulsera y que aquí se aprecia en toda su gloria.
Además incorpora un desarrollo nuevo, un volante ovalizador que incorpora una barra que no se expande o contrae con los cambios de temperatura y que fuerza al volante a adoptar una forma oval. Esto, unido a una corona sin corte que prácticamente hace desparecer los errores por la fuerza centrífuga, lleva a una gran reducción de los errores residuales y de “temperatura media”.
Y por supuesto los balancines de suspensión hacen que el calibre permanezca horizontal con independencia del movimiento de la nave.
Esta es su ficha técnica completa.
Otro nombre importante para Thomas Mercer es Ernest Schackelton, que recuperó a la tripulación de la ya mítica Expedición Transantártica gracias, además de por supuesto su valentía y coraje, a un cronómetro Thomas Mercer que llevaba consigo.
Para conmemorar se creó el cronómetro Epic, más pequeño que el classis y con una esfera en la que se ha grabado el mapa de la epopeya del aventurero inglés.
El calibre es el mismo que el Classis, cuyas 14.400 alternancias a la hora y el escape de fiador le confieren ese sonido tan característico, más cercano a un reloj de péndulo que a uno de muñeca.
Aquí se pueden leer todos los datos técnicos completos.
Este año Thomas Mercer ha presentado su gran obra, El Observatory. Un cronómetro con nada menos que 30 días de reserva de marcha y 15 complicaciones: calendario perpetuo hora mundial, ecuación del tiempo, fases y edad de la luna y zodíaco, entre otras.
Además todo se maneja desde el bisel y con una sola llave, lo que es todo un hallazgo. El primer ojo es para poner en hora el reloj. Se puede ver cómo van saltando las horas en los 24 husos horarios, y cómo va girando el indicador de día y noche.
El segundo es para dar cuerda al cronómetro. El tercero es para el día del mes, que al cambiando cambia también el indicador de la ecuación del tiempo.
El cuarto cambia el día de la semana y, consecuentemente, las fases y la edad de la luna.
Y por último se puede modificar el huso horario.
El calibre es impresionante, por su tamaño y por su acabado. Está contenido en una caja de cristal de roca. En definitiva Thomas Mercer no sólo recupera una parte fundamental de la relojería sino que además lo hace con un gusto exquisito. Es un festín para la vista, tanto de los iniciados como los legos. Más información en ThomasMercer.com.