El Chronomètre Bleu es uno de los relojes de F. P. Journe que más me gustan. Casi me atrevo a decir que el que más me gusta, si no fuera porque ser excluyente con esta marca es un contradiós cuando hay tanto que admirar y disfrutar en todas sus piezas. Ya dije en el reportaje sobre el SIAR lo hipnótico que resulta el reloj con sus infinitos matices azules, así que vamos a presentarlo como merece.
El Chronomètre Bleu comenzó a jugar con la luz en 2009, bajo el deseo de François-Paul Journe de crear un reloj «de entrada», el primer FPJ que hay que comprar cuando se quiere comenzar a coleccionar relojes de la manufactura. El diseño es intencionadamente simple: horas y minutos y un pequeño segundero. Pero por supuesto los asuntos relojeros de Journe nunca son sencillos.
LA CAJA
La primera sorpresa viene en el material utilizado en la caja: el tantalio. Aunque este metal raro no es extraño en relojería porque hay unos cuantos modelos que lo lucen, no es precisamente muy popular por lo difícil que es manejarlo: se tarda 5 veces más en crear una caja de tantalio que una de platino, que es de por sí un elemento complicado. Ese es el motivo por el que sólo se hace en una medida: demasiado difícil y caro de manipular y, como no está considerado metal precioso, no se puede ajustar el precio al trabajo que conlleva.
¿Y por qué el tantalio? Porque cuadra con la gran estrella del reloj, la esfera. Su color grisáceo adopta tonalidades azuladas que sirven de perfecto paréntesis para el dial. Además el pulido a espejo estiliza aún más los escasos 8,6 mm de altura de la caja. Por cierto que el tantalio también es el material usado en la hebilla y en el pitón de la hebilla, lo que también hemos visto en el Tourbillon Souverain Bleu creado para Only Watch.
LA ESFERA
El auténtico tour de force del reloj y una de las presencias más fascinantes de toda la relojería actual. Y a pesar de lo simple que parece es sin embargo la esfera más complicada de crear de toda la colección de FPJ. Tanto es así que de cada diez fabricadas sólo dos pasan el corte; el resto son desechadas.
En primer lugar la esfera se pule a espejo. Después se aplican capas de pintura -y hablamos de pintura con un grosor de micrómetros- para conseguir el azul buscado. Pero es que después se aplican ¡7 capas de laca! Por supuesto ha de ser en un entorno lo más estéril posible porque cualquier impureza arruina el resultado y hay que rechazar la pieza.
Pero el resultado merece la pena. Cada movimiento de la muñeca significa un tono distinto de azul, de manera que resulta casi imposible quitarle los ojos de encima. Pasa de un azul marino profundo, casi negro, a otro marino más ligero, a añil, a azul claro… deberían prohibir el uso del reloj mientras se conduce porque es hipnótico.
Además la esfera incluye otra sabia decisión: el guilloché del pequeño segundero permanece siempre azul y siempre contrasta con los demás azules de la esfera, dando así profundidad al reloj. ¡Impagable! Y, como se puede ver en las fotos, a pesar de la incidencia de la luz la hora siempre se lee.
Eso sí, el tratamiento antirreflejos es nulo, lo que es una pena porque a menudo arruina la experiencia. Pero es un sacrificio que estoy preparado a sufrir.
EL MOVIMIENTO
Si desde el punto de vista estético la esfera te obliga a usar babero, desde el punto de vista técnico el calibre no se queda atrás. En realidad el calibre es anterior al reloj, ya que se creó en 2004 (de ahí el nombre 1304) y se usaba -y usa- en el Chronomètre Souverain. Pero en ese reloj hay un indicador de reserva de marcha mientras que en este Chronomètre Bleu no. Así que lo que hizo Journe fue repensar la platina base para «esconder» el espacio sobrante. No sólo eso: ya puestos a esconder hizo lo propio con el tren de engranajes, que en este modelo se encuentra entre la platina y la esfera. De esta manera podemos ver el regulador y los dos barrieletes que mueven el escape, pero sin aparente conexión entre ellos. No me digas que no es un toque genial.
Hablando de los barriletes, se utilizan dos pero no para conseguir mayor reserva de marcha (56 horas) sino para para conseguir una entrega constante de la energía. Para ello en los barriletes alojan un muelle real de un metro cada uno, pero no se enrollan al máximo. De esta manera se consigue un par constante hasta el punto de que el reloj se mantiene en parámetros de cronómetro no sólo las 24 horas primeras sino durante las 56 horas, ya que no ocurre lo que es habitual en muchos relojes: cuando la energía almacenada es máxima se descarga más rápido y el reloj adelanta, y viceversa: siguiendo la sinusoide cuando está a punto de agotarse la energía el reloj va más despacio.
Pero además desde 2005 Journe crea sus calibres en oro, decorándolos con distintos motivos: Côtes de Genève, grano de cebada en la platina principal alrededor de los barriletes y perlado bajo el volante. Todo ello logra un sorprendente efecto de profundidad y hace que el oro brille en toda su gloria.
Por cierto que en las fotos el número de serie aparece borrado por petición expresa de la marca (no te habías dado cuenta, ¿verdad?).
En definitiva, este reloj es una maravilla. Su precio es de 39.800 euros, pero que vale cada euro que cuesta. Y si se trata de presumir -que también de eso pecamos en relojería-, la verdad es que el reloj parece lo que vale, porque su presencia es impecable. Un pedazo de reloj, vaya.
Esta es su Ficha Técnica Completa.