Rolex no es precisamente la más apresurada de las manufacturas. Todos los pasos que da son pequeños -pero firmes-, espaciados y a menudo tan sutiles que sólo el seguidor de la marca se da cuenta a primera vista. Por tanto un nuevo calibre es una gran noticia, y la propia Rolex lo significa con una nueva edición del Oyster Perpetual Day Date.
Poco ha cambiado en la apariencia del Oyster Perpetual Day Date de Rolex desde su aparición en 1956. Pensado para personas de especial relevancia o presidentes de grandes compañías -de hay el apodo de President-, el reloj fue el primero en mostrar el día completo, y desde entonces el nombre del día preside la esfera sustituyendo a la indicación del 12, justo encima de su corona de 5 puntas (en diversos idiomas, además). Como fue concebido para las «clases altas» sólo se fabrica en materiales preciosos: platino, oro blanco, oro amarillo y el oro rosa creado por la propia Rolex, el Everose que aparece en la foto de arriba.
Supongo que cuando he dicho «poco ha cambiado» los más vehementes seguidores de la marca o han dejado de leer o han empezado a odiarme, porque una cosa que sí ha cambiado notablemente han sido las medidas de la caja. El President original medía 36 mm de diámetro -medida que se mantiene en la colección- y la versión aparecida en 2008, el Day Date II, llegaba a los 41, un auténtico sacrilegio para los puristas. Este año el DD pierde un milímetro en su diámetro total, lo que le sigue manteniendo dentro de unas medidas actuales. En cualquier caso el diseño del guardatiempos es tal que nunca parece grande, y casi ni pequeño aunque tenga una medida de 36 mm. A eso se le llama perfección de diseño.
EL CALIBRE 3255
Éste si es un gran cambio. Se puede discutir todo lo que se quiera sobre Rolex, pero hay algo que no admite disputa: el calibre 3155 es un excelente movimiento que sigue plenamente vigente (y, para alegría de quien lo lleva en la muñeca, lo seguirá siendo muchos años). ¿Tenía entonces necesidad de cambiarlo? En absoluto, pero Rolex es Rolex y hace las cosas cuando cree que va a mejorar lo que ya hay. Y lo consigue. El movimiento está acorazado por 14 patentes nuevas, poco notables a primera vista -está tan espartanamente decorado como su antecesor- pero que aunadas al rediseño de más del 90% de las piezas del calibre lo convierten en una gran máquina.
Si empezamos por la energía, esta se mantiene durante 70 horas, casi tres días (que a estas alturas debería ser obligatorio en todos los relojes de alta gama). Esto supone 24 horas más que su antecesor. Para que nos hagamos una idea de la minuciosidad del replanteamiento de los elementos que componen el calibre digamos por ejemplo que 10 de esas horas extras se obtienen de reducir un 50% el grosor de las paredes del barrilete, dejando hueco para un muelle real más largo. La energía liberada se controla gracias al nuevo escape al que Rolex ha denominado Chronergy.
El Chronergy, que es antimagnético, no es sino un escape de áncora suizo modificado para mejorar el rendimiento energético, el talón de Aquiles del mecanismo. Lo primero que llama la atención es la rueda de escape, esqueletada para hacerla más ligera y de paso disminuir su inercia. El áncora tiene ahora unas paletas con el grosor reducido un 50%, incrementando sin embargo la superficie de contacto de los dientes de la rueda de escape. El conjunto no está alineado sino que presenta una línea discontinua con mayor distancia entre el áncora y el volante para aumentar el efecto palanca. A decir de la manufactura el conjunto de modificaciones geométricas aportadas permite aumentar el rendimiento del escape en un 15%, lo cual contribuye en casi la mitad a la mejora de la autonomía del movimiento 3255.
El volante presenta el espiral Parachrom original del Rolex, fabricado en una aleación de niobio y zirconio que es completamente insensible a los campos magnéticos. La geometría del propio volante se ha rediseñado para triplicar su equilibrado. Está montado sobre amortiguadores de golpes Paraflex de alto rendimiento -por supuesto también desarrollados por Rolex- y está sujeto mediante un puente transversal que también ofrece una mayor resistencia a los golpes. Este último cuenta con un sistema optimizado de ajuste en altura y con una nueva protección integrada del volante.
Todo ello hace que el nuevo calibre supere la normativa -un tanto obsoleta en mi opinión- del laboratorio COSC, hasta el punto que ahora la tolerancia del reloj es de +/- 2 segundos al día (COSC da un margen de -4/+6). Tanto es así que Rolex, además de pasar el test del laboratorio -necesario para seguir diciendo que su reloj es un cronómetro superlativo– ha creado su propio laboratorio y su propia metodología para probar sus relojes, a los que somete a pruebas que simulan la vida diaria basadas en un estudio estadístico a gran escala para saber las condiciones de uso real del guardatiempos. Por lo demás el reloj mantiene la línea estética de los demás calibres Oyster de Rolex: ruedas de inversión rojas del módulo automático, contornos dorados, puente de volante transversal, etc. Que, por supuesto, no se ven porque el fondo de la caja es sólido, siguiendo la norma de que el reloj debe funcionar bien y por tanto el usuario no se debe preocupar del movimiento.
LAS OPCIONES ESTÉTICAS
Como siempre en Rolex hay a disposición de los clientes numerosas combinaciones entre el metal de la caja y brazalete, el bisel (con o sin diamantes) y la esfera. Es la versión de platino la más sobria en este sentido, porque sólo se puede cambiar el bisel (liso o engastado con diamantes) y la esfera, que es siempre azul y sólo varía el motivo decorativo de la misma: o dividida en cuartos o en diagonal. También se puede elegir entre índices o numerales romanos. La verdad es que es muy bonito en cualquiera de sus opciones.
Las versiones de oro blanco, oro amarillo y oro Everose son múltiples y se puede probar a combinarlas en la página oficial (aquí), pero todos siguen el mismo patrón: diagonales, cuartos, líneas o color sólido. Los numerales romanos ha sido rediseñados y ahora tienen un aspecto más moderno, más tecnológico podríamos decir. Es difícil actualizar un numeral romano si que resulte una licencia artística, pero la verdad es que Rolex lo ha hecho muy bien. Por cierto que si se opta por romanos se pierde el tratamiento luminiscente tanto en los numerales como en las manecillas.
Por supuesto todas las versiones tienen un elemento obligatorio: el brazalete President que nació con el modelo a mitad del siglo pasado. Dudo que haya alguien a quien no le guste este conjunto de tres eslabones redondeados, satinados y pulidos. Más aún con la hebilla desplegable invisible y culminada con la corona de la casa. Tan tópico pero tan vigente.
Es llamativo cómo un Rolex puede significar tantas cosas, y particularmente un modelo como el Perpetual Day Date. A pesar de la excelencia de su fabricación yo no puedo sacudirme ciertos prejuicios hacia el modelo de oro amarillo. Confieso que me sigue pareciendo un modelo ostentoso, no sólo porque siempre ha sido el preferido por lo más casposo de la sociedad -española por lo menos- sino por la cantidad de personajes de dudosa reputación que lo han llevado en el cine o la televisión. Sobre todo el llorado y magistral James Gandolfini en su interpretación del mafioso Tony Soprano (aquí en su pose más habitual cuando no está rompiendo la ley).
Sin embargo las versiones en Everose, platino y oro rosa no me lo parecen en absoluto. Me parecen muy bonitos y elegantes. Es decir, no son relojes discretos ni mucho menos y llevar un Rolex construido en un material precioso sin duda envía un mensaje que generalmente se entiende como de poderío económico y social. Sin embargo salvo el platino y las versiones con diamantes estos Oyster Perpetual Day Date no superan los 40.000 euros, un precio incluso modesto comparado con muchos relojes del mercado. Y dentro de su lujo no me parecen jactanciosos. En fin, ojalá algún día me vea en la tesitura de poder elegir si me lo pongo para salir a la calle.