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Breguet Classique Tourbillon Extra-Plat Automatique: Fotos en vivo y precios

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Seguro que hay multitud de argumentos para rebatir lo que voy a decir, pero para mí el Breguet Classique Tourbillon Extra-Plat Automatic representa la esencia pura de la maison. Y eso que es difícil compendiar una marca con la historia y el peso específico de Breguet, pero es que este reloj lo tiene todo.

No es por casualidad que el Breguet Classique Tourbillon Extra-Plat Automatique forme parte de la colección Classique, y más concretamente a la Classique Complications. La historia y la tradición es algo que la marca no sólo respeta sino que ha hecho su signo distintivo y además la convierte en inmediatamente reconocible. También hace otro tipo de relojes de aspecto más contemporáneo, claro, pero recordemos que tres de sus colecciones se llaman Tradition, Classique y Heritage, lo que habla muy claro sobre su filosofía. Vamos a ver por qué digo que es una pieza esencial.

Ya sabemos que Abraham Louis Breguet hacía relojes estéticamente maravillosos, pero esto es casi secundario si nos fijamos en todos los avances relojeros que inventó, y sin los que no se puede entender la relojería. Uno de ellos fue el movimiento automático. En 1780 vendió su primer Perpétuelle, desvelando un nuevo capítulo de la relojería. El Breguet Classique Tourbillon Extra-Plat Automatique integra una masa oscilante de titanio. Pero, como otra de las obsesiones de los relojeros era crear relojes cada vez más delgados, en este caso y debido que el calibre tiene una altura de tan solo ¡3 mm! el rotor es periférico. Es decir, gira a lo largo del borde exterior del movimiento. Esto, además de ser una delicadeza técnica, deja a la vista toda la decoración del calibre. Cada día me gustan más los rotores excéntricos y, en relojes de tan alto nivel, debería ser obligatorio para no perdernos ni un detalle.

El calibre es beneficiario del gusto de Breguet por la decoración. El relojero vivió su época formativa cuando transcurrían los últimos años del barroco, pero este estilo era el que acogió bajo su sombra a aquellos que luego le formarían a él. De ahí su gusto por decorar cada milímetro del movimiento. La actual Breguet sabe perfectamente cómo reflejar este estilo, y en este Breguet Classique Tourbillon Extra-Plat Automatique lo aplica con singular gusto. Los rubíes de los puentes están rodeados de volutas pero sin excederse, todas ellas presididas por las del barrilete que se mueven en la misma dirección que gira el cubo. Y por cierto que la reserva de marcha es de 80 horas, que no está nada mal dado el poco espacio que hay para alojar el muelle real.

Pero sin duda su invento más recordado -y apreciado- es el tourbillon, el mecanismo que ha de compensar los efectos de la gravedad sobre el conjunto escape-volante. En los relojes de pulsera ha quedado como una de las altas complicaciones y, por supuesto, la manufactura lo domina a la perfección. Breguet lo patentó el 26 de junio de 1801, pero como vivía en Francia y a la sazón todavía estaba vigente el calendario de la República, la invención quedó registrada el 7 de Messidor del año 9. De ahí que en el puente trasero de que sujeta el tourbillon aparezca esa inscripción (patente se dice Brevet en francés). Me encanta ese detalle. Me gustan los relojes que cuentan historias.

La foto nos permite ver otro detalle del calibre 581DR que integra el Breguet Classique Tourbillon Extra-Plat Automatique: tanto el espiral como el volante -incluida el áncora- están fabricados en silicio. Hay importantes relojeros que reniegan del silicio porque dicen que quieren asegurarse de que dentro de un siglo el reloj se tiene que poder reparar. Pues en mi opinión la respuesta es el silicio, porque es fácilmente replicable de manera industrial, en masa y con precisión de micras. Y es el segundo elemento más abundante sobre la tierra.  Además, qué bobada. Un reloj de principios de siglo es difícil de reproducir si no hay planos. Hoy en día, sin embargo, todo está computarizado, así que dentro de 1 o de 4 siglos será sencillísimo reproducir cualquier pieza. Y además Breguet estaba obsesionado con la búsqueda de materiales para mejorar sus relojes, así que habría estado encantado de haber podido usar el silicio.

La caja del tourbillon es sin embargo la pieza más sobria del conjunto, con un aire racional que viene perfecto al conjunto porque no le roba personalidad ni a la decoración de la esfera ni a la del calibre, acentuando así su usabilidad diaria. Yo no soy mucho de tener los tourbillones en la esfera, pero este me gusta porque se corresponde muy bien con el neoclasicismo que también vivió el relojero. El tourbillon acoge también el pequeño segundero, como es habitual. Y además el calibre late a 4 hercios (28.800 alternancias/hora), lo que asegura una buena cronometría.

No había mencionado que la caja de oro rosa tiene 42 mm de diámetro que, si bien está en límite de lo que debe ser un reloj de vestir, se integra sin embargo perfectamente con un traje porque tiene una altura de tan solo 7 milímetros. El bisel pulido contrasta muy bien con el lateral, decorado con nervaduras estilo imperio. ¡Tan francés y tan Breguet! Por su parte las asas rectas acentúan su aire flagrantemente clásico.

La esfera de oro plateado es otro ejercicio de artes decorativas, en las que se mezclan 4 ejecuciones distintas del guilloché: clavos de París en la esfera horaria central, grano de cebada en el perfil exterior, espiga recta en los bordes de cada una de las secciones y sauté piqué en el triángulo de reserva de marcha. Es notable cómo la esfera de las horas está descentrada, y sin embargo no hay sensación de desequilibrio estético. La lectura es perfecta, porque los numerales romanos se han grabado sobre una superficie satinada y porque las manecillas -otro invento de Breguet- son de acero azulado para contrastar con el fondo y además tienen la longitud perfecta. Y entre los numerales XI y I, como siempre, una franja con el número de producción del reloj.

Mira qué bien queda el reloj en la muñeca. Es elegante y discreto, pero a la vez seguro que quien lo vea va a querer saber más sobre él. ¡Y qué mayor placer que alguien nos pregunte por nuestro reloj! Particularmente si hemos podido afrontar su adquisición: el Breguet Classique Tourbillon Extra-Plat Automatique tiene un precio, en oro rosa, de 146.800 euros. Existe otra versión en platino, con un precio de  160.900 euros. Pero el resultado merece la pena, y así lo asevera el que el reloj se siga vendiendo bien después de que saliera en 2013. Más información en Breguet.es.

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