La idea de la que parte el Octopus Smartwatch es interesante: está demostrado que los niños no entienden el concepto «tiempo» o «la hora» tal como lo concebimos los adultos, pero si entienden cuando se dice, por ejemplo, «es hora de desayunar» o » ya es la hora de irse a la cama». Así que lo que propone este reloj inteligente es asociar la hora a los eventos, de manera que cuando ocurren el niño mira su pantalla y encuentra la tarea que se supone ha de hacer junto con la hora.
Así el niño, de manera intuitiva, se familiariza con el tiempo tal como lo regulamos en el mundo adulto. Además cuando completa la labor que le corresponde obtiene un premio en forma de icono que aparece en el móvil de los padres -que es donde se programa el reloj-, lo que le estimula a seguir cumpliendo objetivos.
Por otro lado el Octopus Smartwatch va evolucionando con el niño. Pasa de ser un mero icono con el que identificar imágenes a mostrar información conceptual y termina mostrando como se vería en un reloj analógico. Porque no olvidemos que en algún momento de nuestra vida aprendemos a interpretar la hora en un reloj como parte de la enseñanza de la escuela. Así de importante es.
El reloj toma claramente su diseño del Apple Watch (que puedes ver aquí en su versión Hermès), de ahí su forma rectangular y su corona como un moño sobre la esquina superior derecha. Como todos los relojes inteligentes el Octopus Smartwatch debe ser recargado, y para ello Joy ha creado un cargador-lámpara nocturna con una estética a lo Minions que resulta muy atractivo.
Pero si un niño lleva este reloj hasta que se hace más mayor al final va a tener un reloj tradicional, que sólo da la hora. De ahí a cambiar a un reloj mecánico no hay nada, y sería para el niño una transición lógica e incluso buscada, ya que los niños a partir de cierta edad siempre quieren parecer adultos.
¿Y por qué digo que el Octopus Smartwatch es bueno para la relojería tradicional?
La industria relojera está atravesando un momento realmente malo, con cifras de ventas que no paran de caer y que cada trimestre dan un nuevo susto, con las compras del mercado chino en franca caída y con un ambiente económico y social mundial que no favorece nada el pensar en objetos de lujo. Además han aparecido los smart watches que amenazan con canibalizar el mercado de los relojes de cuarzo. Tengamos en cuenta que el cuarzo supone aproximadamente el 27% de las ventas de relojería, una cantidad nada despreciable y para muchas marcas su casi exclusivo sustento. Y además, otro de los gravísimos problemas: «los jóvenes ya no llevan reloj».
La idea que tienen los jóvenes sobre los relojes es, en general, que es un aparato que da la hora. Nadie les ha dicho que el reloj mecánico les da algo más, así que sólo lo ven como un instrumento. Y para esa función ya tienen otro cacharro que sí que les da muchísimo más. Y, si son conscientes de ese placer añadido que en efecto les da la relojería tradicional y quieren comprarse uno, resulta que el más barato de los relojes mecánicos suizos les cuesta tanto como uno de los nuevos iPhone 5S y un Apple Watch juntos. Obviamente la decisión para ellos está clara.
Uno de los argumentos que más se oyen en el sector es ese de que «los smartwatches pueden hacer que quienes no usan reloj empiecen a usarlo y quizá en el futuro quieran uno mecánico». Yo no me lo creo. Si a alguien que no lleva reloj le convences para que empiece a usar un smartwatch (tarea ardua incluso para los más forofos de la tecnología) es casi imposible que luego de el salto a la relojería mecánica, porque sería un paso atrás. Es decir, si yo aprendo a conducir en un coche con aire acondicionado y servodirección es difícil que después me compre un vehículo que no lo tenga, por muy a mano que estuviera ensamblado. Lo normal es que renueve el reloj electrónico. Está ocurriendo incluso que amantes de la relojería tradicional se han comprado un smartwatch y han dejado de usar sus relojes mecánicos, como mínimo en el día a día. Ciertamente otros lo han dejado en el cajón porque no le sacan el jugo, pero me temo que la balanza se inclina hacia los que lo están usando a diario. Y es algo que se comenta repetidamente en toda la prensa especializada en relojería.
En el negocio de la banca se sabe que hay que captar a los clientes cuando son niños. Alguien a quien su padre le abre una cuenta en un banco cuando es pequeño tiene muchas posibilidades de que cuando crezca mantenga esa cuenta. Eso es algo que nunca ha promocionado la relojería, que lleva mucho tiempo centrada en el lujo, algo muy lejos de los jóvenes. Más aún, y hablo por experiencia: cuando a un joven le dices que un reloj -que sólo le dice la hora y a lo mejor la fecha- y le cuesta entre 500 y 800 euros puede tener una desviación de -15/+15 segundos al día, la cara que pone equivale a que te preguntara si le estás tomando por idiota.
Y recordemos que la industria relojera suiza sigue vendiendo la precisión como uno de los valores de sus productos, cuando en realidad hay que pagar mucho dinero para tener esa precisión en un reloj, algo que no pasa con el móvil. Hace mucho que los grandes fabricantes de movimientos debieran haber dado el paso a la industrialización del silicio, un material que por su resistencia a la fricción y su antimagnetismo garantiza una cronometría muy mejorada. Además el silicio es el segundo material más abundante del mundo y se puede reproducir en masa y siempre con la misma precisión. Parece más que la industria se ha dejado llevar todos estos años de vacas gordas y ahora, en medio de la crisis, no sabe cómo recuperar el tiempo perdido.
¿Es entonces demasiado tarde ya? Yo creo que no, porque el reloj es algo tan metido en la cultura que todavía le queda cuerda (nunca mejor dicho). Pero debe reaccionar, debe ser valiente y no dar por supuesto que todo el mundo necesita y desea un reloj. Los clientes hay que ganárselos. Debe además pensar que para que en el futuro los jóvenes de hoy compren los relojes de lujo primero tiene que comprar los relojes mecánicos sencillos, una idea que hoy por hoy les resulta completamente ajena. Veremos.