El lanzamiento de los dos modelos Chronomètre Ferdinand Berthoud FB 1 fue una de las sorpresas de 2015. Un nombre relacionado con la relojería de historia olvidada, dos relojes peculiares, casi extraños, pero a la vez muy atractivos y que venían de la mano de Karl-Friedrich Scheufele. Había que conocerlos más de cerca.
En realidad los Chronomètre Ferdinand Berthoud FB 1 han seguido el mismo proceso de legitimación que cualquier otra marca. Cada vez que aparece una casa de relojes nueva, y ocurre con más frecuencia de lo que se piensa, una de las primeras tareas a cubrir es investigar el árbol genealógico. Normalmente son nombres que surgen de la nada tratando de hacerse un hueco en un mercado que en 2015 vendió 1.200 millones de unidades, de las cuales sólo 29,2 millones son suizos aunque -y esto es importante- ese exiguo 2,4% de las ventas suponen el 54% del valor total. En ese caso se analiza el reloj por lo que ofrece y ya está.
Pero cuando una marca surge reclamando para sí la herencia relojera de algún nombre del pasado es cuando el colmillo superior del sector se afila y comienza a rechinar contra el de abajo, no menos afilado. Y no me refiero a los que escribimos sobre relojes sino al aficionado a la relojería, un juez al que no se le escapa nada y ya muy baqueteado por las múltiples batallas habidas.
Y es que ya conocemos muchas marcas que rebuscan en los libros de historia, encuentran un nombre en desuso, lo compran y lo utlizan para lanzar relojes que dicen ser herederos del saber hacer del pretérito personaje y que son simplemente relojes para vender, en la mayoría de los casos con movimientos estándar tipo ETA o Sellita. O, peor aún, marcas que dicen tener movimientos de manufactura cuando en realidad no lo son (recordemos el triste caso de Bremont). Y no pasa sólo en la relojería suiza; recuerdo que en 2014 Roger W. Smith, el pupilo y heredero del conocimiento del gran George Daniels, escribió una carta pública denunciando esa misma suplantación de las personalidades relojeras históricas británicas por relojes que nada tenían que ver con el arte relojero de Las Islas.
¿Es lo mismo que ocurre con los Chronomètre Ferdinand Berthoud FB 1 y el personaje histórico que los inspira, Ferdinand Berthoud?
Sólo con ver estos dos cronómetros originales del relojero suizo afincado en Francia sabemos que la respuesta es no, que con los Chronomètre Ferdinand Berthoud FB 1 estamos ante un esfuerzo honesto y fiel por devolver a la vida la forma particular de hacer relojes de Ferdinand Berthoud. No es de extrañar por tanto que se llevara el premio al mejor reloj en el SIAR 2016 (que se puede ver aquí). Por cierto que el primero de los dos cronómetros que acabamos de ver se vendió por unos 62.000 dólares en una subasta en Estados Unidos, en 2010. El segundo lo fotografié en el Museo Patek Philippe cuando estuve en la manufactura (viaje que se puede ver aquí). A nada que comparemos los cronómetros de entonces con estos de ahora vamos a ver muchas similitudes.
Los dos relojes comparten las mismas características técnicas, con una caja de 44 mm de diámetro y una altura de 13 mm, uno en oro gris -con una pieza de titanio entre las asas- y el otro en oro rosa, con esa misma pieza pero en cerámica negra. La carrura tiene forma octogonal, tan afín al mundo marino (recordemos las hechuras del Royal Oak de Audemars Piguet o el Nautilus de Patek, por ejemplo).
A las tres se ubica una gran corona para facilitar su uso y que culmina en un medallón de oro rosa en la versión de oro gris o de cerámica en la versión de oro rosa. La corona está flanqueada por dos huecos a modo de ojos de buey rectangulares, con otros dos al lado inverso de la carrura.
Los huecos no sólo aportan ligereza a la caja, también permiten mirar dentro del calibre. El movimiento manual FB-T.FC que mueve los Chronomètre Ferdinand Berthoud FB 1 es, huelga decirlo, de manufactura, y con una propuesta realmente atractiva. Está certificado por el COSC y ha sido construido como los cronómetros marinos: dos placas unidas por columnas entre las que se alojan todos las piezas. Puedes ver los cronómetros de Thomas Mercer aquí para entender mejor los relojes de navegación.
Las dos placas y sus columnas están pensadas para dar mayor estabilidad y robustez al calibre. Cuando es un cronómetro marino no es mayor problema porque no hay restricciones de espacio, pero cuando queremos meter todos los elementos que tiene este movimiento en una altura de 8 mm, entonces hace falta ser muy bueno. Porque el FB-T.FC no es cualquier cosa: lleva un sistema de de huso y cadena -más cronómetro marino imposible- que no sólo es estéticamente bonito y técnicamente un desafío, sino que además proporciona fuerza constante para que no se resienta la amplitud del volante según se va descargando la reserva de marcha de 53 horas.
Para completar la jugosa oferta, el movimiento añade un tourbillon de un minuto situado a las 6. No está mal que el primer movimiento de lanzas lleve ya un tourbillon, es una demostración del poderío creativo de la marca. Al fin y al cabo nacer bajo el paraguas de Chopard significa navegar con el más favorable de los vientos. El tourbillon acoge un escape de áncora suizo (hubiera sido increíble si hubiera de fiador) y un volante que se mueve a 3 hercios.
Sin embargo, fiel al cronómetro original y en contra de lo que suele ser habitual, en el Chronomètre Ferdinand Berthoud FB 1 los segundos no los marca sobre el tourbillon, sino que tiene una manecilla central a la que le llega impulso mediante un juego de ruedas. La gran manecilla tipo regulador recuerda la importancia de los segundos en el mar, donde una desviación en el reloj supone que la nave se desvíe millas de su trayecto inicial. La parte central de la esfera (en rutenio o negra) se abre para dejar ver el mecanismo, creando uno de los efectos más llamativos del reloj. ¿Sabes lo que le quedaría genial al reloj? La complicación de segundos muertos, para subrayar aún más la importancia de esa información.
Por encima de la apertura central aparece la subesfera de las horas y minutos, con unas manecillas muy parecidas a las del modelo original. Los numerales tiene el mismo tipo de letra que los demás textos que aparecen en la esfera, lo que es de agradecer, y la lectura es perfecta.
El único pero que le pongo a la esfera viene precisamente de los textos. A la izquierda del tornillo azulado que hay a las 6 horas se lee «Chronometre», mientras que a la derecha se incluye la villa y el país de origen. Es un texto demasiado largo que descompensa la simetría del dial.
Y el otro problema está en la reserva de marcha: se muestra gracias a un sistema original que no va sujeto mediante un diferencial conectado con el barrilete -como es habitual-, sino gracias a un cono que sube y baja con el giro del mismo. Un rubí se desliza por la superficie del cono y transmite su deslizamiento a un eje que a su vez mueve la manecilla de indicación de reserva.
Pues bien, la reserva de marcha aparece en un semidisco a las 9 horas y está señalada por una manecilla de acero azulado que apunta a una escala marcada por los hitos 0, 1/4, 1/2, 3/4 y 1. Además por fuera del semicírculo se ha grabado las palabras Haut (alto) y Bas (bajo), con unas líneas que señalan, respectivamente, al 1 y al 0. ¿De verdad hacía falta esa inscripción? No me imagino yo al afortunado poseedor mirando a la flecha marcando el 0 y pensando «¿te quieres creer que no sé si ya no me queda reserva de marcha o por el contrario la tengo a tope?» Es otro ejemplo de la verborrea habitual de las esferas suizas. Afortunadamente la superficie del dial es muy limpia y hay mucho espacio entre los elementos, así que no queda mal.
Los Chronomètre Ferdinand Berthoud FB 1 en la muñeca son realmente bonitos. Resplandecen cuando los miras y el movimiento te imanta, especialmente por lo elegante que es la manecilla del segundero. La esfera gris es más sobria y discreta que la negra de la versión de oro rosa, pero esta en absoluto sobrepasa los límites.
No son sin duda relojes que vayan a pasar desapercibidos. Es más, seguro que van a iniciar más de una conversación. Y qué mayor halago para el poseedor de un reloj que le pregunten por la pieza que lleva. Pero si se quiere disfrutar de ellos íntimamente la altura de la caja permite llevarlo con camisas de vestir sin mayores agobios.
Otro de los motivos por los que los Chronomètre Ferdinand Berthoud FB 1 pueden pasar desapercibidos es su exclusividad: se va a hacer una edición limitada a 18 piezas de la versión de titanio, mientras que de la de oro rosa tan solo se van a hacer 50 unidades. Quien pueda y se quiera darse el gustazo de tener una de estas piezas tendrá que afrontar un precio que ahonda en su singularidad: 220.000 euros. Más información en FerdinandBerthoud.com.