Caminar por la manufactura Ulysse Nardin es un fascinante paseo por un mundo que ha sabido unir el trabajo artesano más puro con la más avanzada tecnología, de la que además pionera. Una visita obligada, sin duda.
Ulysse Nardin nació en 1876 y desde el principio dedicó sus fuerzas a la construcción del más exigente de los relojes: el cronómetro marino. Su pasión por conseguir la máxima exactitud está refrendada por el Observatorio de Neûchatel, donde desde 1846 a 1975 Ulysse Nardin presentó 4.504 cronómetros marinos para su certificación. Sus vitrinas de trofeos de relojería acogen 3.186 premios.
Sin embargo la economía no entiende de respeto a los mayores ni cosas así, y con la crisis del cuarzo Ulysse Nardin prácticamente desapareció. Afortunadamente en 1983 un grupo de inversores capitaneados por Rolf W. Schnyder se hicieron con la compañía. En ese momento y según el propio Rolf «sólo había un administrativo y un relojero». El legendario empuje de Rolf hizo reflotar la empresa y la llevó a una expansión que terminó por descontrolarse en cierto modo, creando una miríada de modelos que confundía más que animaba al comprador. Desafortunadamente Rolf murió repentinamente en 2011, y en agosto de 2014 el Grupo Kering adquirió Ulysse Nardin, lo que dota a la compañía del respaldo financiero necesario. Las riendas han pasado a Patrik Hoffmann que está capitaneando un proyecto más racional y acorde con los tiempos, sin perder la vena innovadora.
Desde 2005 hasta hoy Ulysse Nardin ha invertido cerca de 100 millones de francos suizos para ponerlos al servicio de un doble objetivo: disponer de la mejor tecnología y a la vez preservar el acervo relojero que siempre ha existido en la manufactura Ulysse Nardin. A estas innovaciones dedicamos la primera parte de la visita en La Chaux-de-Fonds. Nuestro anfitrión y cicerone fue Massimo Bonfigli, Area Sales Manager para Latinoamérica, España, África y parte de los Balcanes. Él nos presentó a Stephane Von Ganter, Director de Laboratorio y Tecnología en la manufactura.
Stephane nos dio una interesantísima conferencia sobre la importancia del silicio y de cómo Ulysse Nardin fue la pionera en su uso, ya que presentó en 2001 el primer reloj con escape de silicio (su famoso reloj Freak). He repetido hasta la saciedad las virtudes del silicio: es un elemento excelente en estas piezas clave del reloj porque es antimagnético, atérmico, es más ligero, más duro, más resistente a la corrosión, aguanta mejor las sacudidas y, sobre todo, no genera fricción como ocurre en los escapes de metal, y por tanto no necesita lubricación.
A pesar de las reticencias iniciales, la industria relojera siguió después los pasos de Ulysse Nardin y ahora el silicio es una presencia habitual. Ulysse Nardin, por supuesto, siguió investigando y, gracias a su colaboración con Sigatec, introdujo el DIAMonSIL, que no es sino piezas de silicio recubiertas por diamantes sintéticos. El objetivo es mejorar la resistencia a los golpes, a las incidencias térmicas y sobre todo a reducir la fricción. Ya hablé sobre el silicio en el vídeo sobre los Marine Torpilleur.
Otra de las ventajas del silicio es su industrialización: permite la fabricación en serie para conseguir siempre el mismo resultado, ya que la desviación es literalmente infinitesimal. El proceso se realiza mediante estampación de unas obleas de silicio. Al ser el segundo material más abundante de la Tierra el coste del material de la oblea, que tiene una pureza del 99,99% periodo, es de 50 euros. Pero dada la tecnología necesaria el coste final de producir las piezas que necesita el reloj se acerca a los 15.000 euros.
La apuesta por la industrialización en la manufactura Ulysse Nardin es clara, e incluso hacen ostentación de ella. La primera vez que yo escuché a Patrik Hoffmann dar una charla sobre la compañía pasó mucho más tiempo hablando de los asuntos industriales que de los artesanos (que por supuesto los tiene, y muy buenos). Eso contrasta mucho con otras casas relojeras, que pasan por este aspecto casi de puntillas.
Tomemos por ejemplo la máquina de aquí arriba: yo he visto a un artesano relojero poner cuatro veces el mismo rubí, porque se le caía o porque no lo ubicaba correctamente. ¿Que valor añadido extra tiene ese reloj sobre uno en el que la máquina pone de manera precisa cada piedra a la primera? Ninguno. Eso sí, el reloj es más caro de fabricar cuando esas labores las tienen que hacer trabajadores. Quiere decirse que la industrialización es esencialmente buena para la relojería y no resta nada de su valor. Más aún: garantiza un producto excelente, que es lo que exige quien paga el dinero que cuestan hoy en día. Y por eso Ulysse Nardin tiene una certificación propia en sus relojes, con unas pruebas que se extienden durante 7 días.
Por supuesto toda esta actualización de la producción no sólo se ha empleado para lanzar nuevos materiales. A partir del renacimiento de la marca en los años 80 la casa usó calibres externos (como era la costumbre, por otro lado). Ahora la cosa ha cambiado y de la manufactura Ulysse Nardin salen un 90% de relojes con calibres propios.
En la siguiente página visitamos el taller de esmalte y la otra sede de la manufactura.
TALLER DE ESMALTES DONZÉ CADRANS
La otra gran fuente de orgullo relojero de la manufactura Ulysse Nardin es su taller de esmaltes Donzé Cadrans (cadran significa esfera en francés), donde se crean esferas con la misma técnica de hace 300 años.
Sin embargo Donzé Cadrans no tiene esa antigüedad, ni mucho menos. Fue fundada por Francis Donzé en 1972 tras salir de Zenith. Diez años después su hija Francine y su marido Michel Vermot se unieron a la compañía. Para cuando Donzé se retiró, en 1987, la empresa ya colaboraba con Ulysse Nardin. En 2012, con Vermot ya a punto de retirarse, Ulysse Nardin compró la compañía. Se aseguraba así la continuidad de este auténtico arte. Más aún: hoy en día Donzé Cadrans produce esferas esmaltadas para muchas otras compañías. No se puede decir qué compañías, pero sí que son todas de alta relojería y muchas de ellas a menudo presumen de su propia habilidad en este campo del esmalte. Como decía la canción de CC Music Factory, «Things that make you go Hmm…»
Las esferas de esmalte Grand Feu han existido desde el siglo XVII, pero se abandonó desde principicios del XX por el metal lacado, ya que éste permite añadir distintos colores. Desde entonces ha quedado relegado a los relojes de alta gama. El esmalte procede del sílice, y Donzé Cadrans lo importa principalmente de Francia, Reino Unido y Estados Unidos. Las distintas variedades contienen distintos óxidos que aportan diferentes colores, usados sobre todo en los esmaltes transparentes. Sin embargo el esmalte blanco procede de la descomposición del arsénico.
El proceso comienza con un disco hecho de cobre; se elige este metal por su maleabilidad. El disco se calienta hasta los 950 grados, para relajar el metal. Después se le somete a un decapado para recuperar cierta tensión para que la pieza no pierda su solidez durante el largo proceso. A continuación se esparcen las primeras capas de esmalte tanto en el frontal como en la parte trasera.
Es imprescindible espolvorear la parte trasera porque cada nueva capa de esmalte que se aplica y se hornea añade tensión sobre el metal. Si no se hiciera el disco acabaría doblándose y finalmente se quebraría. A esto se le llama contre-email (contraesmalte). A continuación se meten los discos en el horno, a 800 grados. Dependiendo del grosor final buscado, se pueden añadir hasta 6 capas de esmalte, con su correspondiente horneado.
Una vez terminado el proceso de esmaltado se pueden aplicar sobre la esfera, cuyo color ya nunca cambiará, las distintas decoraciones necesarias. O bien, simplemente transferir los elementos horarios mediante un tampón de silicona. Éste se aplica de manera manual, por lo que es necesario calibrar muy bien la fuerza con la que se aplica. Hay que evitar que la tinta aplicada quede desigual, o demasiado escasa o demasiado abundante.
A continuación la esfera vuelve al horno. En este último horneado el reverso de la esfera vuelve a un estado de fusión, por lo que cuando se saca inmediatamente hay que estabilizarlo. Eso se consigue presionando la esfera con una barra de carbón. Si en este momento aparece alguna grieta que no se puede quitar, la esfera se rechaza. Solo esta operación ya supone una tasa de rechazo del 40%. Pero en conjunto el nivel de rechazo de las esferas «Gran Fuego» alcanza el 70%. Así de delicado es el trabajo.
Esmalte Guilloché y Flinqué
En Donzé Cadrans se llevan a cabo otras técnicas decorativas. En este tipo de arte se utilizan esmaltes transparentes u opalescentes, para remarcar los motivos utilizados. En este caso la placa base viene de los expertos decoradores, y es en Donzé Cadrans donde sus artesanos se encargan del esmaltado, el pulido y otros acabados requeridos.
Esmalte Cloisonné
Esta técnica es muy antigua. Se comenzó a usar durante el Imperio Bizantino y en Occidente desde el siglo IV. Consiste en crear compartimentos usando hilo de oro para después depositar esmalte. El hilo usado puede ser circular o rectangular. El que se utiliza en Donzé Cadrans tiene una sección de entre 5 y 6 centésimas, con una altura de 5 décimas. Sólo el doblado del hilo supone un trabajo de entre 8 y 15 horas, dependiendo del modelo.
Después del doblado se aplican los distintos esmaltes, a veces con pinceles de un solo pelo y ayudado por un microscopio. Una vez terminada la operación de esmaltado se pasa a la de pulido, que consume otra enorme cantidad de tiempo.
Esmalte Champlevé
Tras el Cloisonné, en el siglo XII se creó la técnica del Champlevé. Requiere la colaboración de dos artesanos: el grabador y esmaltador. El grabador crea huecos tridimensionales en los que el esmaltador deposita los esmaltes de diferentes colores. El efecto es aumentado por el grabador, que cincela todas las particiones del metal una vez que la esfera ha sido pulida.
Si la presión aplicada por el grabador es excesiva puede dañar el esmalte y por tanto hay que descartar todo el trabajo hecho y comenzar de nuevo.
Otra de las labores que se llevan a cabo en Donzé Cadrans es la de restauración, porque el taller es donde terminan muchos relojes antiguos que necesitan reparación. La razón es muy sencilla: Donzé Cadrans va a reponer una esfera utilizando la misma técnica que se usaba cuando se creó el reloj, porque lo que su valor no disminuye. Curiosamente el taller está en la Rue de l’Avenir, es decir, en la Calle del Futuro. No podía ser mejor localización porque recuperando las técnicas del pasado se ha garantizado un largo porvenir, afortunadamente para la relojería.
LE LOCLE
La manufactura Ulysse Nardin tiene su sede histórica en Le Locle, en el edificio que encabeza este artículo. Como ocurre siempre, lo que empezó siendo un pequeño edificio ha ido creciendo y ampliándose. En ella se encuentran el departamento de Administración, los talleres de ensamblaje de grandes complicaciones y el Servicio Técnico. La verdad es que, entre los departamentos que no se pueden visitar por estar en «salas blancas» (de ambiente controlado para evitar polvo o variaciones de humedad) y que íbamos apremiados de tiempo, no tuvimos mucho tiempo para verlo.
Lo que sí vimos, sin embargo, es el coqueto y muy interesante museo de la manufactura, un excelente viaje a través del gran mundo de la relojería en general y de los aportes de la casa. No solo hay relojes antiguos, sino que también se hace un repaso por los relojes de la nueva era. En particular los relojes creados junto al maestro relojero Dr. Ludiwg Oechslin.
Fue un gran viaje y además muy deseado porque Ulysse Nardin está entre mis favoritas por todo lo que ha significado su empuje por modernizar la relojería. No quiero dejar de agradecer a Diarsa, distribuidor de la casa en España, su invitación. Y en especial a Layla Abujaber, su responsble de Comunicación y Marketing y una pedazo de profesional, que nos cuidó durante el viaje y se encargó de que fuera una experiencia maravillosa. Más información en UlysseNardin.com.