El nuevo Breguet Classique Phase de Lune 7787 es una celebración de la pureza relojera. Un reloj con todos los toques más clásicos pero que resulta deliciosamente contemporáneo.
Me parece que ya he comentado en algún sitio que Breguet tiene ocho colecciones de relojes, de las cuales cuatro tienen nombres que hacen mención a la historia de la manufactura (Tradition, Classique, Classique Complications y Heritage). Eso sin contar con que otra de las colecciones, Reine de Naples, tiene también un origen histórico y los relojes de la última de las colecciones, la de Alta Joyería, se basa en la forma de los Reine de Naples. Y es que llamándote Breguet el peso de la historia es enorme.
Y además sin complejos. Hay por ahí mucha marca que apela a la historia más como herramienta de marketing que con auténtico fundamento, así que si hay una marca que de verdad pueda reclamar ese pasado ilustrado es sin duda Breguet. Y ocurre que tiene tan buen hacer en sus relojes que, aun siendo absolutamente clásicos, resultan extrañamente modernos. Bueno, extrañamente no es la palabra correcta. Las Tres Gracias de Boticelli fueron pintadas en 1482 (es decir, diez años antes del descubrimiento de América) y no creo que nadie pueda decir que no les resulta perfectamente contemporáneas. Eso es porque la belleza clásica siempre está vigente, y por eso lo están también los relojes de Breguet.
Este Breguet Classique Phase de Lune 7787 no es una novedad porque ya existía en oro rosa. Ahora se lanza en oro blanco, una variante que tiene muchos adeptos. Esto es porque, aunque generalmente es más caro (porque en su composición se usa el paladio), es también más discreto. A simple vista podría confundirse con acero, así que las piezas pasan más desapercibidas. La caja es absolutamente clásica en su redondez. Y prometo no decir más veces ninguna variante de la palabra «clásico», porque es una obviedad redundante.
Como siempre en Breguet la carrura tiene un fino estriado, en este caso separado por el corrector de la fase lunar que le da nombre. Las asas son también muy clási- digooo, muy rectas, como siempre en la manufactura. Eso hace que aunque el diámetro sea de 39 mm el reloj parezca un poco más grande, porque necesita más espacio en la muñeca hasta que la correa empieza a bajar. Además, como es habitual, los pasadores de las asas están atornillados.
Pero no corre peligro de ser confundido con un reloj grande, eso desde luego. Como el bisel es escaso la esfera parece más grande. Lo cual le viene muy a mano porque pasan unas cuantas cosas en ella, y necesita el espacio para mostrarlas sin que se amontonen. Es una esfera hecha con esmalte Grand Feu, que garantiza que el brillo blanco no va a devaluarse con el tiempo. Si quieres saber más sobre el largo proceso de creación de las esferas con esmalte grand feu tienes que leer mi visita a la Manufactura Ulysse Nardin.
El esmalte ayuda a esconder la firma secreta de la manufactura. Solo se aprecia si la luz incide en cierto ángulo sobre la esfera, así que suele pasar desapercibida. En la siguiente foto se puede apreciar. Está en la línea que une el logotipo de Breguet con el número 3. Entre el tornillo central y el de la reserva de marcha. Lo mejor para verlo es abrir la foto en una pestaña nueva. Suerte.
Pero la firma es sólo un detalle menor entre tanta delicada belleza. Todas las manecillas son de acero azulado. Las horarias son por supuesto las conocidas como «Breguet» con forma de pomme évidée (es decir, manzana hueca). La del segundero central tiene un largo contrapeso, heredero del de los relojes de bolsillo y que barre orgulloso toda la esfera. Su delgadez es la misma que la de la manecilla de reserva de marcha. Las dos agujas son de una compostura exquisita, con un perfil curvado que emite destellos azulados.
Tanto las indicaciones de la edad de la luna como de la reserva de marcha están marcadas con un singular gusto. Es todo delicado, pero sin resultar ñoño o afectado. Lo mismo ocurre con los numerales Breguet, rodeados a su vez por estrellas de seis puntas que crean minutos y flores de lis que marcan las horas (excepto en los puntos cardinales). ¡Es todo tan equilibrado! Me recuerda al juego inicial del oboe y el clarinete al principio de la Serenata nº 10 para viento en si bemol mayor de Mozart (esta de aquí), quien por cierto fue contemporáneo de Breguet -aunque murió mucho más joven-.
Dentro del reloj aparece el calibre de manufactura 591 DRL. Como muchos otros, el movimiento está basado en el antiguo Longines L990/Lemania 8815, que vienen de los años 70. Por cierto que fueron de los primeros calibres industriales que se movían a 4 hercios. Pero por supuesto está reconvertido por Breguet para que tenga un funcionamiento mucho más fiable y exacto. Integra, por ejemplo, un escape de áncora de sicilio y un volante ajustado en 6 posiciones, nada menos.. La decoración es fantástica, y como siempre destaca la masa oscilante y su trabajo de guilloché hecho a mano.
El reloj se complementa con una correa de aligátor terminada por un cierre plegable sencillo pero muy bien decorado. La piel tiene un tacto fantástico y el grosor exacto para darle firmeza sin restar elegancia.
El Breguet Classique Phase de Lune 7787 ya está disponible en los puntos de venta, y tiene un precio de 32.400 euros. Eso es 500 euros más que la versión en oro rosa. Yo los pagaría encantado. Más información en Breguet.es.