La misión del Apolo VII tuvo lugar en octubre de 1968 y fue importante por varios motivos. En primer lugar porque fue la primera misión del Programa Apolo que puso a una tripulación en el espacio. Además era la primera vez que una nave norteamericana llevaba astronautas desde el vuelo del Géminis XII dos años antes, en noviembre de 1966.
LA TRAGEDIA DEL APOLO I
Hay que recordar que poner en órbita a astronautas era el objetivo del Apolo I, que debía haber volado en febrero de 1967. Sin embargo la misión tuvo un terrorífico final: un mes antes del lanzamiento, durante unas pruebas consideradas no peligrosas porque no había combustible, sobrevino un accidente que terminó con la cabina ardiendo por dentro y los astronautas, incapaces de salir, muertos.
Todo el accidente fue un cúmulo de desdichas. Dentro de la cabina se usaba mucho material de Velcro, que es en principio ignífugo. Sin embargo la cabina se llenaba con oxígeno puro y a una presión mucho mayor que la atmosférica, lo que modifica sustancialmente el comportamiento de la fibra: de hecho se vuelve altamente inflamable. El suelo de la cabina estaba lleno de velcro (exactamente 3,2 m²) hasta el punto que «parecía una alfombra» según los astronautas. Un cable de cobre plateado, erosionado por el roce con una pequeña trampilla en el suelo, estaba situado al lado de una tubería por la circulaba etilenglicol, un líquido refrigerante. La tubería a veces goteaba, y la electrólisis producida por el líquido y el ánodo plateado provocó una violenta reacción exotérmica que inflamó el etilenglicol.
Por otro lado la escotilla del módulo necesitaba de una presión atmosférica normal para poder abrirse. Cuando se inició el fuego la presión ascendió rápidamente hasta 80 veces el nivel atmosférico. Más aún, la válvula que expulsaba el exceso de presión quedaba justo detrás del fuego que había comenzado, por lo que Grissom no la pudo activar y White fue incapaz de abrir la escotilla. Cuando el fuego perforó la pared del módulo el chorro de aire que se produjo impulsó las llamas y las distribuyó por toda la cabina. Por último los sistemas de emergencia, tanto físicos como de personal, no estaban preparados para algo así: una vez llegaron a la cabina tardaron 5 minutos en poder abrirla. Les llevó 90 minutos poder sacar los cuerpos porque los trajes espaciales se habían fusionado con el interior de la cabina. El audio del momento, aunque muy breve, es escalofriante. El accidente casi acabó con todo el proyecto de la NASA. Se salvó, sin embargo, pero los siguientes vuelos fueron no tripulados. Hasta el Apolo VII.
El Apolo VII estaba al mando del comandante Walter M. Schirra, acompañado por el piloto Donn F. Eisele y el ingeniero Walter Cunnigham. Fue el primero en retransmitir por televisión desde la nave, un acontecimiento visto por millones de personas. También fue el primer vuelo donde hubo enfrentamientos entre la tripulación y el Control de Mando. De hecho, y debido al accidente del Apolo I, toda la preparación del vuelo fue un constante tira y afloja entre los astronautas y el Mando, ya que aquellos no estaban convencidos de las medidas de seguridad. Para rematar, el día del lanzamiento se presentó ventoso, lo que hacía todo aún más peligroso. El que lideró los encontronazos fue Schirra, que enfermó durante el vuelo y se volvió irritable. Por ejemplo, quería hacer la reentrada sin el casco puesto para poder taparse la nariz y soplar fuerte para contrarrestar los efectos del descenso en sus oídos, taponados por el catarro. A pesar de todo la misión fue un éxito, pero hizo que tanto Eisele como Cunningham fueran rechazados para futuros vuelos (Schirra ya había anunciado su retiro).
La NASA, que tenía que aprobar todo aquello que subía al espacio, sometió a una serie de relojes a pruebas de gran exigencia. El 1 de marzo de 1965 emitió un comunicado en el que afirmaba que el único reloj que había pasado las pruebas era el OMEGA Speedmaster (aquí se pueden leer todas las pruebas que se hicieron). A partir de ese momento todos los astronautas llevarían ese reloj. A cada reloj se le grababa un número identificatido de la NASA, además de un número de serie. En el reloj de Eisele estos eran: SEB12100039-002 y 34. Eisele también llevaba el suyo personal -como se puede ver en la foto de arriba-, que fue subastado por Sotheby’s en 2007 por 204.000 dólares.
Cuando acabó el programa Apolo, en 1977, la NASA cedió la titularidad de los relojes al Smithsonian Musuem. A mediados de los 80 el Instituto Geográfico Militar de Ecuador pidió un préstamo de elementos usados en el espacio, y para allá fue el Speemaster de Eisele. Y allí fue robado.
Hace 5 meses, tras 30 años desaparecido, el reloj fue visto en una feria de relojes, pero desapareció antes de que se pudiera hacer nada. En septiembre Garron DuPree, el bajista de un grupo llamado Eisley (que se pronuncia igual que el apellido del astronauta, ¡qué casualidad!) contactó con un vendedor de Ebay que le contó la historia de un amigo que había conseguido en Ecuador un Speedmaster por 5.000 dólares «con algunas inscripciones muy interesantes».
Garron DuPree pidió información a CollectSpace y conjuntamente se pusieron en contacto con el Museo Smithsonian, quien a su vez llamó al FBI. La agencia identificó al vendedor, pero éste no estaba en posesión del reloj. Sin embargo a los pocos días alguien no identificado hizo llegar el reloj al FBI en Houston, y por fin ha vuelto a estar donde correspondía.
Aún quedan otros 5 Omega Speedmaster de la NASA desaparecidos. Entre ellos el más conocido es el que llevó Buzz Aldrin en la Luna, y que desapareció cuando estaba siendo trasladado el Smithsonian. Un relato más pormenorizado se puede encontrar en Collectspace.com.