El Breguet Reine de Naples Princesse es la prueba de que el Reine de Naples es un modelo eterno, porque adopta mil aspectos y siempre seduce.
La relación de las marcas con los relojes femeninos es complicada. Es notorio que para las mujeres el reloj tiene el mal pronóstico de ser un accesorio más y por tanto de vida, si no efímera, sí titubeante en la muñeca de su dueña. El mero hecho de no combinar bien con una prenda puede hacer que el reloj se quede en la mesilla, o que lo haga en favor de algún otro complemento.
Esto obliga a las marcas a dos opciones: o hacen relojes fácilmente intercambiables -que es el camino sencillo pero condenado a luchar por precio- o consiguen dar con un modelo que sea lo suficientemente personal y polivalente como para que su propietaria le haga hueco permanente en su atuendo diario. No hace falta decir que esta segunda opción es la más difícil y a la vez la más buscada por las manufacturas.
Los Reina de Nápoles de Breguet tienen un antecedente muy definido que no es otro que el famoso reloj 2639, el primer reloj de pulsera de la Historia, creado por encargo de la Reina de Nápoles. Si quieres leer su historia más en detalle la puedes encontrar en este artículo. Breguet lanzó el primer reloj de la colección en 2002 y desde entonces no ha parado de sacar versiones, que de hecho están siempre entre los más vendidos de la casa.
El nombre del reloj, Breguet Reine de Naples Princesse, puede parecer una contradicción porque es a la vez Reina y Princesa. En realidad el menor grado dinástico corresponde a la identificación por parte de Breguet de unos relojes menos cargados de joyería y con más descaro en los diseños para atraer a un público mayor (y se entiende más joven), pero sin perder un ápice de sofisticación.
La formas de la caja de oro rosa -que en esta versión es de 43 x 34,95 mm- siguen siendo curvas, lo que favorece la comodidad en la muñeca y hace de uno muchos relojes porque, dependiendo de la inclinación con la que se mire y cómo le incida la luz, veremos un aspecto distinto del mismo. La carrura está decorada con el clásico acanalado de la casa, como también ocurre en los relojes de hombre. El bisel y el asa inferior están engastados con 83 diamantes talla brillante (aprox. 1,53K), mientras que la corona por su parte está engastada con un diamante invertido (aprox. 0,15K).
La esfera de nácar natural blanco es, en mi opinión, una preciosidad. Las volutas que crea el nácar me recuerdan a los cielos que aparecen en los cuadros barrocos, y le otorga una singular profundidad. Los numerales romanos son absolutamente modernos pero encajan de manera natural en la esfera. Lo mismo le ocurre al guilloché sobre el que se posa el VI: su asimetría me recuerda a un ventanal a través del cual se adivina la niebla de un mundo como de ensueño. Y, como siempre en Breguet, en la esfera aparece el número de fabricación del reloj. Algo tan prosaico y sin embargo queda estupendamente.
Como estamos hablando de Breguet el movimiento que anima el reloj es una muestra de alta relojería. El calibre automático 591C está dotado de rueda de escape, áncora y espiral de silicio. Más aún, está ajustado en 6 posiciones; como el mejor de los cronómetros. Se mueve a cuatro hercios y mantiene su actividad durante 38 horas. El rotor, precioso, está elaborado en oro macizo; la decoración guilloché está realizada a mano.
El Breguet Reine de Naples Princesse se presenta con la correa de aligátor que hemos visto aquí, con un precio de 36.700 euros. Pero está disponible también con brazalete de oro rosa engastado con 104 diamantes talla brillante (aprox. 0,63K) y un precio de 51.300 euros. Más información en Breguet.es.