El nombre de Carl Suchy & Söhne corresponde al de un austrohúngaro, Carl Suchy, y sus cuatro hijos. Carl fue un reputado relojero, muy apreciado en su momento (nació en 1796 en Praga y murió también en Praga en 1866). Sus cuatro hijos siguieron la profesión del padre, y los dos mayores estuvieron en Suiza en 1845 para aprender el oficio y luego retornar al negocio paterno, cuatro años más tarde.
El mayor, sin embargo, que también se llamaba Carl, volvió a Suiza y creó una fábrica de relojes de bolsillo. De esta manera la marca estaba presente en Praga, en La-Chaux-de-Fonds y en otra tienda en Viena. Todas de gran fama, muy apreciadas por la corona austrohúngara y la aristocracia. Sin embargo los cuatro hijos murieron antes de 1898, el negocio cambió de manos y poco a poco se fue diluyendo en la historia. Los pocos relojes que quedan son muy apreciados en las subastas, ya que Carl Suchy era conocido por el altísimo nivel de de sus productos. Pero para el público en general es absolutamente desconocido.
Entonces ¿estamos ante el típico caso de «busco un nombre olvidado con tradición relojera y creo una marca que supuestamente se inspira en los antiguos modelos»? (te estoy mirando a ti, Czapek). Pues sí pero no. Me explico: el responsable de revivir la marca es Robert Punkenhofer. Robert es doctor en derecho comparado internacional y, además de estudios de dirección comercial y dirección de marca y otros cuantos más que aparecen en la entrada que le dedica Wikipedia (sí, en efecto, la tiene), hizo un master de gerencia de museos. Dicho entre paréntesis, tenemos la misma edad y cuando veo su currículum y todo lo que ha estudiado y hecho me pregunto en qué demonios he estado perdiendo el tiempo yo.
Sus estudios museísticos están conectados con su otra pasión: el arte en sus diversas manifestaciones. En 1995 creó Art & Idea, una agencia que organiza programas internacionales de arte contemporáneo, diseño, arquitectura y moda. Todo ello combinado con su puesto como Comisionado de Comercio para la Organización de Comercio Extranjero de Austria, que desde hace unos años ejerce en Barcelona. Y encima es un tipo simpático, amigable y humilde.
Como austríaco que es, elegir el nombre de Carl Suchy & Söhne tiene sentido, porque recupera una historia de su país. Pero afortunadamente el primer reloj que ha lanzado la casa, el Waltz Nº 1, no viene con relatos de esferas basadas en relojes que nadie conoce ni cosas así. Es un reloj con un diseño muy actual que afortunadamente nada tiene que ver con esos falsos historicismos. Por eso es que yo pienso que no hacía falta el nombre de la marca ni toda la historia que conlleva, ya que la conexión entre aquello y el reloj que aquí vemos es muy leve. Además tiene un logotipo que, si bien por sí solo es bonito, no acaba de cuadrar con el reloj. Pero en fin, así está hecho y, como digo, nada chirría porque el reloj es muy atractivo.
Tuve la suerte de que el Waltz Nº 1 me fue presentado en persona por el propio Robert Punkenhofer y el relojero Marc Jenni en Baselworld 2017. Desde el principio es un reloj que me enamoró por lo distinto y elegante que es. Así que cómo lo he dejado pasar casi un año sin publicarlo es algo que yo también me pregunto; me acuso más bien. El caso es que el reloj es realmente refrescante en el momento en el que estamos, rodeados por infinidad de relojes neo-vintage. La caja tiene un diámetro de 41,5 mm y una altura de 9,3 mm. Es decir, perfecta para la muñeca.
Pero además es que se asienta muy bien sobre la muñeca gracias a sus formas sinuosas: el cristal de zafiro redondeado prolonga su curvatura sobre la caja, que mezcla acabados pulidos y mate. Las asas son muy cortas y acogen una correa también curva.
El Waltz Nº 1 se llama así porque homenajea a la música y baile más conocidos de Austria (el Vals). Y lo hace de una manera original y preciosa. La esfera está divida en dos mitades, en la que la de la izquierda está atravesada por surcos verticales, mientras que la de la derecha los surcos son horizontales. Por su parte el pequeño segundero repite el mismo patrón, pero al ir girando va jugando con la luz y el contraste de líneas, que sólo se alinean una vez por minuto. Hace así el efecto de una pareja bailando un vals. Por supuesto no se sabe a qué segundo corresponde, pero tampoco se busca. Es puro placer estético.
Además la esfera está curvada en el borde exterior, lo que da profundidad al conjunto, simulando una sala de baile. Los índices están aplicados siguiendo esa línea curva, y las subdivisiones de minutos son sólo unos pequeños índices redondos. Todo el conjunto resulta delicado sin ser cursi, y el acabado es muy bueno.
El otro elemento por el que destaca el reloj es el calibre Vaucher VMF 5401. Vaucher es un creador de calibres de alta gama que por ejemplo suministra movimientos, entre otros, a Parmigiani Fleurier, Corum, Hermès o Richard Mille. Sus acabados son muy elaborados, y es particularmente bonito su microrrotor. Es un motor que se mueve a 3 hercios (21.600 alternancias/hora) y tiene 50 horas de reserva de marcha. Pero no se monta tal cual, sino que es modificado por Marc Jenni que, entre otras cosas, tiene que rebajar milimétricamente algunas piezas para que funcione el pequeño segundero.
Como decía antes el reloj queda muy bien en la muñeca. Aunque el diseño es muy etéreo la pieza tiene presencia en la muñeca gracias a su tamaño y al juego de luces que crea la esfera. Se ata a la muñeca con una correa de piel terminada en un cierre plegable con pulsadores, que además está decorado con el logotipo de la casa grabado.
Los relojes tienen una producción muy limitada y se ofrecen en varias versiones: esfera blanca, negra o azul (que no he visto en vivo) y caja de acero o de acero recubierta con ADLC (en el que la estructura amorfa del carbono le da más resistencia que el DLC que ya conocemos). A mí sin duda la que más me gusta es la de acero con esfera blanca, que es el modelo que me sedujo cuando lo vi por primera vez. Cualquier combinación tiene el mismo precio: 7.850 euros. Los relojes se pueden pedir online en la página web de la casa: Carlsuchy.com.