Cuando decimos Omega Seamaster Diver 300M enseguida sabemos qué reloj es porque nos parece que ha estado entre nosotros (me refiero a los aficionados a la relojería) toda la vida. Cuando a los legos se les dice «el reloj de James Bond» instantáneamente saben que «ese Omega» va a ser un reloj de esos que aguantan cualquier cosa. Y cuando en general dices «un Omega» todo el mundo, unos y otros sin excepción, sabe que sea el modelo que sea es un reloj para toda la vida. Pero su vida es más bien corta -aunque le queda mucho futuro- y James Bond no siempre ha llevado el mismo Omega.
En lo que sí aciertan todos es en que cualquier Omega es un reloj para siempre, pero aún así merece la pena poner en contexto el reloj.
UN POCO DE HISTORIA
Durante la Segunda Guerra Mundial Omega vendió más de 110.000 relojes a la Fuerza Aérea Británica para su uso por los pilotos -sobre todo- de Spitfire y Hurricanes, como el que aparece en la excelente película Dunquerque. Los relojes que fabricó para el ejército británico eran muy precisos -que era lo que necesitaban los pilotos- y muy resistentes por las condiciones extremas en que se utilizaban, y sobre todo porque tenían que resistir los potentes campos magnéticos que creaban los motores de los aviones de caza.
Y además la Royal Air Force exigía que fueran resistentes al agua. Esto parece una demanda sin demasiado sentido para una fuerza aérea, pero hay que recordar que si un avión era derribado en el canal y tenía suerte de poder amerizar sano y salvo, necesitaba de toda la ayuda posible para mantenerse vivo, y un reloj es parte del kit de supervivencia porque permite establecer puntos de referencia temporal. No nos resulta sorprendente oír hablar a pilotos de guerra (y a soldados en general) de sus relojes como algo muy íntimo, muy suyo, tan querido y casi tan importante durante las acciones en las que participó como el arma que manejaran -ya fuera un fusil o un avión- Así de importante era para ellos. Aún hoy en día, cuando se va a comenzar una misión -real o de entrenamiento- todos los relojes se sincronizan.
Esta experiencia de fabricación sirvió a Omega para presentar en 1948 los Seamaster, que fue la primera familia como tal de Omega y de los cuales hemos visto una excelente reedición en Baselworld 2018, que se vendió a toda velocidad y que se pueden ver aquí con fotos en vivo. El Seamaster en seguida se ganó la reputación de reloj sólido, exacto y duradero, cimentando una fama que nunca le ha abandonado. El año de 1957 fue fantástico para Omega porque lanzó el Speedmaster y el Railmaster, y además el Seamaster 300 (aquí está la reedición del año pasado), que ofrecía una hermeticidad de hasta 300 metros. Es decir, todo un señor reloj de buceo, que siguió su vida comercial en paralelo con la del Seamaster normal, que era más un reloj de vestir.
El Seamaster fue evolucionando hasta que en 1993 se lanzó el Seamaster Professional Diver 300M, que fue un éxito inmediato. Pero en 1995 apareció Goldeneye, la película de James Bond que traía dos cambios significativos: en primer lugar el actor que interpretaba al agente era Pierce Brosnan; en segundo, el reloj que le acompañaba era un Seamaster, no un Rolex o un Seiko (aquí están todos los relojes de James Bond). Se suele pensar que esto es un movimiento de marketing de Omega, que simplemente pagó para que sus relojes aparecieran en las películas. Sin embargo la historia es más compleja, y tiene su origen en Lindy Hemming, que fue la diseñadora de vestuario en GoldenEye y en otras películas posteriores de James Bond. Su explicación está en este artículo.
La aparición del reloj en las películas de James Bond ha sido siempre, según reconoce la propia Omega, la mejor publicidad. Mejor aún que los Juegos Olímpicos. El Seamaster Professional Diver 300M ha acompañado a James Bond hasta Casino Royale, aunque con el lanzamiento de las siguientes películas Quantum of Solace, y Skyfall se lanzan ediciones especiales con este modelo. En Spectre, sin embargo, no hay ningún 300. Pero el reloj está ya tan íntimamente ligado al agente secreto que tiene el sobrenombre de «el reloj de James Bond». Aún así, dadas sus últimas ausencias, todos pensábamos que el reloj y James Bond habían emprendido caminos diferentes. Pero en Baselworld 2018 el reloj ha vuelto, y Omega ha vuelto a utilizar a Daniel Craig, el intérprete de James Bond (y para mí el mejor), para anunciar el reloj.
OMEGA SEAMASTER DIVER 300M 2018
La nueva colección es muy abundante en modelos, como siempre ocurre con Omega. Son 14 relojes distintos, 6 en acero y 8 en acero y oro. Y los cambios con respecto a la versión ya existente son muy notables y, creo yo, todos buenos, porque el reloj se siente mucho más moderno y más refinado, además de incorporar materiales y técnicas de ultimísima generación.
El reloj ha crecido hasta los 42 mm y, aunque mide 14 mm de alto, parece más pequeño porque su formas son muy equilibradas. Ahora el bisel es cerámico, lo que garantiza no sólo su resistencia a la vida diaria sino que siempre va a tener el mismo color porque no se ve afectado por la luz o el agua. Las inserciones son de esmalte para el blanco permanezca siempre igual. En las versiones con oro se puede encontrar oro amarillo u oro Sedna, que es la aleación de Omega para crear oro rojo (y que es el más bonito). En ese caso el bisel está hecho de Ceragold, que es la mezcla de también creada por Omega para mezclar cerámica y oro.
Las cajas alternan las superficies pulidas con las satinadas, pero la verdad es que la imponente presencia del bisel y por supuesto también de la esfera hace que nadie repare en ese detalle. Pero la verdad es que si no estuviera esa alternancia pulido/cepillado la estética general del reloj sufriría. Tal cual está es, sin embargo, perfecto.
Por si acaso algún dueño del reloj de verdad va a necesitarla, la corona de la válvula de helio también se ha rediseñado para hacerla cónica, y además tiene un mecanismo que garantiza que, aunque se abriera la válvula accidentalmente el reloj seguiría siendo estanco hasta los 50 metros.
Las esferas también están hechas de cerámica pulida para garantizar su durabilidad y color, que puede ser negro, azul o gris. Y vuelven a hacer aparición las ondas que surcan la esfera, tan queridas por los seguidores de este modelo y que se echaban de menos. Aunque si nos ponemos puntillosos, se podría decir que las olas volvieron fugazmente en 2016, en una edición limitada con motivo de los Juegos Olímpicos de Río y que vimos en vídeo. Bien es verdad que eran unas olas muy peculiares, nada que ver con las originales; en el vídeo se explica su significado.
Ahora están grabadas con láser para que el resultado sea perfecto. En la esfera negra, sin embargo, lo que se hace es que se rebaja la esfera alrededor de las olas, de maneras que estas quedan en relieve.
Las manecillas se han rediseñado y los índices se han hecho más grandes para mejorar la lectura. Todos están tratados generosamente con Super-LumiNova, de manera que la lectura en la oscuridad es perfecta, y además muy bonita. Aunque la distinción por forma y longitud entre la manecilla de las horas y la de minutos impide la confusión, Omega ha pintado esta última de otro color para su lectura sea aún más clara e inmediata. Por último, la fecha se ha trasladado a las 6 horas para que el conjunto tenga un mejor equilibrio estético. El resultado es inmejorable, tanto comparado con la versión anterior como por sí mismo.
Otro de los grandes cambios del Seamaster es el motor que lo mueve. Por primera vez incorpora el calibre coaxial 8800 Master Chronometer, una certificación que convierte a los movimientos de Omega en los más avanzados del mercado.
¿Por qué hago una manifestación tan rotunda? Pues porque además de que el reloj esté certificado como cronómetro por el laboratorio COSC, una vez que el reloj vuelve a Omega el laboratorio METAS comprueba los siguientes parámetros:
- La función de cada calibre cuando se exponga a campos magnéticos de más de 15.000 gauss
- La función de cada reloj completo cuando se exponga a campos magnéticos de más de 15.000 gauss
- La precisión media diaria (en seis posiciones y distintas temperaturas), entre 0 y más de 5 segundos/día, antes y después de la exposición a campos magnéticos de más de 15.000 gauss
- La precisión cronométrica entre el 100% y el 33% de la reserva de marcha
- La autonomía (reserva de marcha), determinada en horas por cada modelo de reloj
- La resistencia al agua (probada en agua), en bares, determinada por cada modelo de reloj
El reloj tiene que seguir siendo un cronómetro después de todas las pruebas. Si no, se rechaza. Y como el calibre está hecho con piezas antimagnéticas no es necesario que lleve una tapa trasera, así que además se puede ver a través del zafiro posterior. Aunque en la unidades que he tenido no aparecía, los relojes llevan el sistema de cierre trasero Naiad Lock, mediante el cual los textos están siempre correctamente alineados para que no haya que estar girando la caja para leerlos. Se puede ver un ejemplo concreto aquí.
Por último, Omega siempre entrega una tarjeta a cada cliente con la que puede saber el comportamiento exacto de su reloj en las pruebas.
Los brazaletes y las correas se han rediseñado para aumentar la comodidad. tanto unos como las otras encajan perfectamente en las asas, creando una unión perfecta con la caja para que no haya holguras ni ruidos raros. Y eso que el brazalete está compuesto de 9 eslabones, lo que podría ser un quebradero de cabeza, pero no: son perfectos.
Y, como se puede ver, el Omega Seamaster Diver 300M queda espectacular en la muñeca, tanto en las versiones con correa de caucho como las de brazalete. Este último tiene además un sistema de ajuste de la longitud que hace que se pueda modificar en un suspiro. Por su parte la correa de caucho está terminada hasta el último detalle, además de ser extrardinariamente cómoda de llevar.
Hay que señalar que también se ha lanzado una edición limitada a 2.500 unidades de una versión construida en titanio, tantalio y oro Sedna. Cuesta aproximadamente 12.000 euros y hay que pedirla en las boutiques de la marca.
Los precios de las ediciones estándar comienzan en 4.500 euros con caucho y 100 euros más con brazalete metálico (con lo cual yo no lo dudaría). Si preferimos la versión bicolor (que debo decir que cuanto más la he tenido más me ha seducido), los precios comienzan por 6.100 euros para la versión con correa de caucho y llegan hasta los 9.100 euros en las versiones de brazalete de acero y oro.
Por esos precios te estás llevando un relojazo intachable en su ejecución, con el mejor calibre del mercado y con una durabilidad más que garantizada. Por cierto que la garantía es de 5 años. No hay ninguna duda de que, se elija el que se elija, se acierta plenamente. Más información en Omega.es.