Estamos tan metidos en la relojería de muñeca, en las marcas que tratan de buscarse un hueco con más o menos fortuna (y a veces con más o menos legitimidad), que hemos dejado de lado a los cronómetros marinos que son, al fin y al cabo, el origen de la relojería moderna. En su tiempo un cronómetro marino costaba hasta un 30% del valor de la nave, así que se construían no sólo exactos, sino también bellos. En la actualidad prácticamente no es posible conseguir cronómetros marinos porque han sido sustituidos por aparatos electrónicos, infinitamente más baratos. Quien mantiene bien alto el orgullo de su fabricación es Thomas Mercer, de quien ya hemos visto varios ejemplos. Ahora llega este Thomas Mercer Nautilus, que es una auténtica belleza.
La palabra latina Nautilus deriva de la griega ναυτίλος, que significa navegante. La concha del Nautilus es uno ejemplo prototípico de cuando la Naturaleza se pone artística (si es que no lo es siempre), ya que su elegante silueta sigue la proporción áurea de la espiral de Fibonacci. Está formada por arcos de un cuarto de círculo que siguen los números enteros de Fibonacci (1, 1, 2, 3, 5, 8, 13 y 21). La estructura se repite en el cristal del cronómetro, con unas espirales que tiene su origen en la faz del reloj.
El Thomas Mercer Nautilus se ha diseñado, como en otras ocasiones, junto con el estudio de diseño Winch Design.
La pieza se ha hecho de cristal de Bohemia, al que ha dado forma la famosa casa Crystal Caviar. Mide 82 x 61 x 15 cm y pesa 105 kilos (incluidos la base de acero y el movimiento). Originalmente se iba a hacer en madera -como la mayoría de los cronómetros- pero a lo largo del proceso se dieron cuenta de que la transparencia y pureza del cristal iba a dar más vida al reloj. Imagino que verlo al sol debe ser impresionante.
El Thomas Mercer Nautilus presenta un calendario perpetuo con fecha, mes y año bisiesto. Muestra también la ecuación del tiempo (la diferencia entre el tiempo solar y el nuestro de 24 horas), así como el signo del zodíaco y una fase lunar tridimensional, que muestra las distintas fases y su edad dentro de su ciclo de 29 días, 44 minutos y 2,8 segundos, así como el tiempo transcurrido desde la última luna nueva.
El calibre utiliza un mecanismo de huso y cadena y escape de retén (conocido como «el escape de cronómetro», porque era el q e). Gracias a la fuerza constante del huso y cadena y a que la rueda de escape impulsa directamente al volante (sin levas o áncora), la precisión es, una vez más cronométrica. El escape es ovalizador, lo que significa que incluye una barra de nivarox que fuerza al volante de latón a adoptar una forma oval según varíe la temperatura para compensarla. La reserva de marcha es de 30 días. Lo que es casi una pena, porque dar cuerda a una de estas maravillas mecánicas es un placer.
El mecanismo está encapsulado en una caja de cristal extraclaro (es decir, con muy bajo contenido en óxido de hierro para darle una transparencia absoluta) para poder ver el mecanismo desde cualquier ángulo. Las manecillas son de acero y hechas a mano, azuladas también manualmente. Para ver el mecanismo en vivo lo mejor es ver este vídeo.
El Thomas Mercer Nautilus es una pieza única de la que no se ha desvelado el precio. Estará expuesto en la famosa tienda Pisa Orologeria, en la Via Montenapoleone de Milán. Más información en ThomasMercer.com.