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«En mi reloj y mi cuchillo está mi orgullo». Una charla con Fernando Raigal

Hay veces en las que uno se siente particularmente afortunado, e incluso honrado. Hace un par de semanas tuve el honor de poder compartir una tarde y poder charlar un rato con Fernando Raigal. Fernando es ahora amigo de Seiko, y fue el día de su presentación cuando pude hacerle la entrevista que se puede ver en este vídeo.

Vivimos en un tiempo en el que el mundo de las marcas se ha vuelto fútil, con muy poquito peso en los mensajes que quieren transmitir. El mundo de los influencers obnubila la mente de los que dirigen el marketing y las ventas de las casas relojeras, pensando que porque alguien sea «famoso» es también influyente; y no influyente en opiniones, sino en la forma en la que la gente se gasta su dinero, nada menos. Quiere decirse que es fácil darle a like cuando uno de estos personajes pone una foto suya (de esas que parecen casuales pero que están estudiadísimas) y un texto del tipo «a veces todo lo que necesitas es un abrazo».

Otra cosa muy distinta es que esa persona tenga un relato coherente con la marca que le ha contratado y que por tanto el usuario potencial de ese producto cierre en su cabeza de manera correcta el círculo «marca/prescriptor cuya opinión valoro/producto que me interesa/quiero comprarlo».

Por eso creo que cuando Geresa -el importador y distribuidor de Seiko en España- propuso a Fernando Raigal ser amigo de la marca acertó plenamente. No será un personaje mediático (entre otras cosas por elección propia), pero quién puede dar más veracidad al relato submarino que propone Seiko que alguien con una aventura tan grande y singular como la de Fernando.

¿Y por qué nos llega tanto la hazaña de Fernando? Porque es un acto de pura bondad: atravesar medio mundo y poner en riesgo tu vida simplemente para salvar la vida de otros. Es algo tan poco visto que nos hace recuperar la estima por los seres humanos y nos reafirma en ese valor inmaterial tan apreciado que es el sacrificio propio en pos del bienestar ajeno. Hacer el bien porque es lo que te dicta la conciencia.

LA CUEVA DE THAM LUANG

Recordemos los hechos: el 23 de junio de 2018 un equipo de fútbol compuesto por 12 niños de entre 11 y 16 años entraron en la cueva Tham Luang Nang No («Gran Cueva de la Dama Dormida») para que la cueva les trajera suerte, cual era la costumbre. Pero tuvieron la mala fortuna de que en ese día comenzaron las lluvias, que fueron tan torrenciales que la cueva se inundó.

Dio así comienzo una labor de rescate que implicó, entre otras muchísimas personas, a 100 buceadores, uno de los cuales fue Fernando Raigal. Fernando es un buzo de plataformas petrolíferas, no uno de rescate. Y desde luego no uno de rescate en cuevas, y la de Tham Luang está entre las 5 más difíciles.

Fernando recibió una llamada en la que le decían que si estaba libre y podía, que se fuera a Tailandia porque se le necesitaba. Él no sabía para qué, pero sí intuyó que era para algo grave… y peligroso. Y así fue. Cuando llegó a la cueva fue el primero entrar junto con su compañero. La idea era tratar de averiguar dónde estaban los niños, y para eso tenía que moverse a oscuras. Como el agua que inundó la cueva era de aluvión, en el momento que la movías, si quiera levemente, se llenaba todo de barro. Así que lo que había que hacer era ir a tientas, literalmente. Sin saber como era la gruta, ni su distancia, ni si podrían encontrar aire para respirar… o incluso niños que salvar.

Poco a poco se fue avanzando a lo largo de 5 kilómetros en los que no sólo se buceaba, también había que arrastrarse por el suelo e incluso escalar. Se trabajaba entre 17 y 19 horas diarias. Por fin se encontró a los niños, pero no se sabía cómo sacarlos de allí porque estaban agotados, hambrientos y, en la mayoría de los casos, aterrados por el agua.

Al final se decidió sedarlos para poder transportarlos en una especie de camillas cerradas. Cuenta Fernando Raigal que durante la evacuación él estaba en una de las zonas intermedias de la cueva para dar apoyo, y que lo mejor de todo era oír la respiración de los niños dormidos cuando pasaban por delante de él, señal de que todo iba bien.

Fueron 9 días angustiosos y agotadores, pero finalmente felices porque el salvamento se completó sin tener que lamentar víctimas entre los niños. Sí que hubo una, sin embargo: Saman Gunan, un ex-Navy Seal y compañero de Fernando en las labores de rescate.

Cuenta también Fernando que, al terminar, estaban todos tan agotados que simplemente se saludaron y se fue cada uno por su lado, seguramente sin ser conscientes del alcance global de lo que había ocurrido.

MI RELOJ Y MI CUCHILLO, MI ORGULLO

El brazo tatuado de Fernando Raigal, siguiendo la tradición de los buzos. Curiosamente uno de sus tatuajes es la Gan Ola de Kanagawa

Le pregunté a Fernando si en su mundo, que ahora está afortunadamente tecnificado para minimizar riesgos, quedaba sitio para algo tan anticuado como un reloj. Su respuesta fue rotunda: «¡por supuesto que sí!». Según me contaba, hay dos instrumentos que son básicos para el buzo: el reloj y el cuchillo.

El cuchillo porque es el que te puede salvar la vida en cualquier momento. No sólo porque (como nos imaginamos los legos) te vaya a atacar un tiburón, sino porque te puedes quedar atrapado por cualquier obstáculo del fondo, o por un tubo de absorción, o material de la plataforma.

Y el reloj porque, como el cuchillo, es un elemento que está en el origen de los buceadores y, como en otras disciplinas humanas, las tradiciones tienen mucho peso. Por supuesto se pueden llevar -y se llevan- computadoras de muñeca, pero el reloj y sus cálculos básicos siempre están ahí.

Seiko Prospex S23627J1

Por eso el reloj y el cuchillo no se pierden. Y, si se pierden (especialmente el cuchillo), no se dice porque saber que lo has perdido te desmerece como buzo. Quién lo hubiera dicho, ¿verdad?

Afortunadamente el acto de presentación en la boutique de Seiko fue largo, así que hubo posibilidad de charlar con Fernando Raigal largo y tendido. Durante el acto Domingo Romero, Director Comercial de Geresa, le hizo entrega de un Seiko Prospex S23627J1, un Tuna en edición limitada a 800 unidades.

Tiene una caja de cerámica y titanio de 49,4 mm de diámetro hermética hasta 1000 metros y calibre de cuarzo 7C46 (uno de los mejores del mundo). Recordemos que gracias al diseño del Tuna el reloj no necesita válvula de escape de helio.

No me queda sino felicitar a Seiko España por su elección y felicitarnos todos porque haya Fernandos Raigales por el mundo. Más información en Seiko.es.

Domingo Romero y Fernando Raigal
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