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Omega Speedmaster Moonwatch: el reloj eterno. O de cómo un reloj de carreras acabó en la Luna

Omega Speedmaster Moonwatch

Se han cumplido 50 años de la llegada del hombre a la Luna. En mi opinión, dado el desafío tan gigantesco que supuso conseguirlo, es la mayor gesta humana. Ciertamente lo consiguió un país, Estados Unidos, y de ello ha hecho una bandera. Pero no es menos cierto que fue algo considerado un logro para toda la humanidad, un reto que al superarlo nos unió como especie. Quizá la única vez que ha ocurrido algo así. Y sólo hubo un reloj en ese momento: el que inmediatamente ganaría un apellido único: «reloj de la Luna». El Omega Speedmaster Moonwatch.

DE LA TIERRA A LA LUNA

La fiel reproducción del 2017 del Speedmaster original de 1957

En un tiempo en que todas las marcas buscan legitimidad histórica para sus productos -en algunos casos bordeando casi el sonrojo-, el Omega Speedmaster Moonwatch lleva sin necesitarlo desde 1969. De hecho desde antes. Tal como conté cuando se lanzó la trilogía aniversario, El Speedmaster apareció en 1957 -junto con el Seamaster y el Railmaster- como el primer cronógrafo con una escala taquimétrica en el bisel, una opción que ha perdurado en el tiempo. Porque en realidad el Speedmaster nació como reloj para coches de carrera, no para cohetes. Digamos que el taquímetro, como instrumento de medición, se queda un poco corto en los viajes espaciales…

El Omega Speedmaster fue un éxito que tuvo su reflejo en todo tipo de personas que deseaban un diseño moderno, distinto y potente que fuera con un estilo de vida avanzado, único y fuera de lo común. Eso sin duda se daba entre los pilotos de carreras de coches, pero también en otro tipo de pilotos que se estaban embarcando en una nueva carrera muy distinta, y que, como recuerdo a los Argonautas, fueron llamados «astronautas».

Walter Schirra en 1962

El primer viaje al espacio del Omega Speedmaster Moonwatch tuvo lugar en 1962, cuatro años después de que comenzara oficialmente la carrera espacial promovida por Kennedy. Fue un viaje no oficial, ya que el reloj era el del propio astronauta Walter Schirra quien, al no haber indicación al contrario, se lo llevó consigo a bordo del Sigma 7, parte del programa Mercury.

En ese momento no había una equipación oficial para los astronautas, pero eso cambió en 1964, cuando los astronautas pidieron unos relojes mecánicos como refuerzo de los de las computadoras de a bordo. Una excelente idea que tuvo una influencia capital 6 años después con el Apolo XIII, que acabó uniendo al Omega Speedmaster con Snoopy.

El Director de Operaciones de Tripulación, Deke Slayton, lanzó un requerimiento interno pidiendo «un cronógrafo altamente preciso y duradero para ser usado por las tripulaciones de los Géminis y Apolos».

LOS CANDIDATOS Y LAS PRUEBAS DE DESTRUCCIÓN

El ingeniero James Ragan, autor de las pruebas de la NASA

James H. Ragan fue el ingeniero encargado del proceso de selección. El 21 de septiembre envió una petición -con las especificaciones correspondientes- a 10 marcas, con la idea de que algunas no responderían y acabaran teniendo al menos 6 relojes que probar. Las diez marcas fueron:

  1. Elgin
  2. Benrus
  3. Hamilton
  4. Mido
  5. Lucien Piccard
  6. Omega
  7. Bulova
  8. Rolex
  9. Longines
  10. Gruen

Las especificaciones eran:

 

De los 10 fabricantes que recibieron la petición, sólo 4 consideraron enviar un reloj: Longines 235T, Rolex Cosmograph, Hamilton (rechazado por ser un reloj de tablero, no de muñeca) y Omega Speedmaster Professional.

Longines Wittnauer 235T y Rolex Cosmograph 6238

La primera ronda de cualificación se llevó a cabo en 1965. Según James Ragan, las pruebas «estaban designadas para literalmente destruir los relojes». James consideraba que la prueba de vacío era la más determinante, y por eso se llevó a cabo en primer lugar. Pero el conjunto de crueles pruebas era extenso:

  1. Alta temperatura: 48 horas a 71º C seguidas por 30 minutos a 93º C. Para estas pruebas la presión atmosférica debía debía ser de 0,35 atm y la humedad relativa no debía exceder el 15%
  2. Baja temperatura: Cuatro horas a -18º C
  3. Cámara de temperatura a presión: presión máxima de 1.47 x 10exp-5 psi (10exp-6 atm) con temperatura elevada hasta 71º C. La temperatura se bajaba en 45 minutos a continuación a 0 grados Farenheit, o sea -18º C, y de nuevo elevada a 71º C en otros 65 minutos. La prueba se repetía 16 veces
  4. Humedad relativa: Un total de 240 horas a temperaturas que variaban entre 20 y 71 grados centígrados con una humedad relativa de al menos el 95%. El PH del vapor debía estar entre el 6,5 y el 7,5.
  5. Atmósfera de oxígeno puro: El reloj debía exponerse a una atmósfera del 100% de oxígeno -que sabemos que es corrosivo- a una presión de 5.5 psi (0,35 atm) durante 48 horas. Se consideraba que la prueba no se había superado si el reloj dejaba de funcionar fuera de las especificaciones marcadas, o se producía una combustión, o se creaban gases tóxicos, olores molestos, o deterioro de las juntas sellantes o de los lubricantes. La temperatura ambiente debía mantenerse a 71º Centígrados.
  6. Vibraciones: El reloj se sometía a seis vibraciones de 40g cada una, en seis direcciones distintas y durante 11 milisegundos cada una
  7. Aceleración: El reloj debía ser acelerado linealmente de 1g hasta 7,25g en 333 segundos, a lo largo de un eje paralelo al eje longitudinal de la nave
  8. Descompresión: 90 minutos al vacío de 1,47 x 10E-5 (10 E-6 atm) a una temperatura de 71º C y 30 minutos a 93º C.
  9. Alta presión: El reloj se sometía a una presión de 23.5 psi (1,6 atm) por un período mínimo de una hora
  10. Vibración: Tres ciclos de 30 minutos (lateral, horizontal, vertical). La frecuencia variaba de 5 a 2.000 cps (Ciclos Por Segundo)
  11. Ruido acústico: 130dB sobre un rango de frecuencia de 40 a 10.000 Hz durante 30 minutos.
El Omega Speedmaster en la cámara de temperatura de la NASA
El Omega Speedmaster en la prueba de impacto

LOS RESULTADOS

En el memorando de la NASA de 1 de marzo de 1965, los resultados de las pruebas ofrecieron las siguientes discrepancias:

 

El primero de junio de 1965 el Omega Speedmaster Professional (Ref. 105.003) recibió el certificado oficial de la NASA para su uso en las misiones espaciales tripuladas.

¿QUÉ SIGNIFICA HOY EL OMEGA SPEEDMASTER MOONWATCH?

La aprobación por la NASA del reloj y su uso continuado en las misiones espaciales (incluyendo, por supuesto, la del Apolo 11) trajo consigo una historia de asombro, respeto y fidelidad que ha llegado hasta nuestros días. Todo el mundo quiere un Speedmaster y todo el mundo que aspira a tener una colección de relojes debe tener un Speedmaster.

Tiene una historia como ninguna otra, que es real, que en su momento era difícil de conseguir y que sigue siendo una prueba de fiabilidad como no hay otra. De hecho, creo que aunque la certificación del laboratorio METAS sea ahora mismo la más exigente del mercado, ni de lejos se acerca a las durísimas pruebas a las que se sometió el Omega Speedmaster en su momento.

Y todo ello con un calibre manual, construido con la idea de dar lo mejor durante muchos, muchos años. Sin publicidad, sin influencers, sin todo ese ruido que hay ahora en el mundo (no sólo de la relojería). Pues el Omega Speedmaster Moonwatch es básicamente ese mismo reloj. Cierto es que el calibre original, el 321 ahora recuperado por Omega en una fantástica edición, evolucionó para hacerlo más fácilmente fabricable -y seguramente más barato-, perdiendo la rueda de pilares, pero por otro lado ganó más frecuencia (pasó de 2,5 a 3 hercios, 21.600 alternancias a la hora en vez de 18.000) y mantuvo sus prestaciones.

El calibre 863, una de las evoluciones del 321 original

El movimiento ha seguido siendo básicamente el mismo, con la misma fiabilidad y dureza, y sobre todo, desde el lado del uso diario, con la misma sensación placentera al accionar los pulsadores del cronógrafo, o a la hora de dar cuerda. Sí, es una cuerda más dura de lo habitual y más difícil de dar porque la corona queda algo escondida. Pero esto es un instrumento que ha resultado fundamental allí donde se le necesitó, así que es perfectamente asumible. Y, para mí, añade encanto.

Es verdad que el reloj tiene una apretada agenda comercial, con infinidad de modelos lanzados todos los años. Pero eso no le resta un ápice de su atractivo. Ya sea alguna edición especial o simplemente el Omega Speedmaster Moonwatch tradicional, quien lo posee lo disfruta como algo único, porque el reloj en seguida toma posesión de la muñeca. Puede haber cambiado el calibre, puede haber muchas versiones, pero el diseño original permanece, y es precioso. Es atractivo y es elegante. No ha necesitado un cambio desde hace décadas. Eso es lo que significa tener un icono.

En mi caso, que tengo el Moonwatch clásico, no importa cuánto tiempo pase entre puesta y puesta: siempre es un descubrimiento porque me doy cuenta de lo bien que queda, lo elegante que es, lo perfectamente que cuadra con cualquier ropa que lleves. Además, para los que somos aficionados, el reloj tiene un reconocimiento instantáneo por quien lo vea. Nadie, nunca, le puede poner una pega. Por su diseño y por lo que significa.

Y además está su precio: 4.700 euros. Que yo recuerde, no hay ahora un reloj cronógrafo tan bueno, con tanta historia y con tanto estilo por ese dinero. Actualización: Los nuevos Speedmaster Master Chronometer 2021, en vídeo.

Sin duda volveremos a la Luna (se dice que en 2024), pero no será lo mismo. Ahora todo suena a puro interés estratégico y comercial. El verdadero logro fue el de los años 60, con toda su ingenuidad, su bravura, su casi irresponsabilidad. Y es ese espíritu el que retiene el Speedmaster. Probablemente hasta que no vayamos a Marte no habrá esa sensación de gran logro de la humanidad. Y el Speedmaster podría volar hasta allí también, porque sigue siendo el único reloj aprobado por la NASA, y no se necesitan más pruebas que las que ya se hicieron. Si es así, lo hará con todos los galones y con todo el derecho a hacerlo. Y la admiración por este pequeño ingenio mecánico seguirá estando ahí.

Por eso es que yo siempre digo que, si sólo vas a tener un reloj en la vida, ha de ser un Omega Speedmaster Moonwatch. Lo tiene todo, y lo tiene para siempre. Ya ha probado lo que dura. Ahora sólo hace falta probárselo uno mismo para saber cuánto reloj llevamos en la muñeca.

Más información en Omega.es.

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