Tourbillon, numerales Breguet, curva Breguet en el espiral…. Estamos tan acostumbrados a usar términos relacionados con Breguet que parece que siempre han estado ahí. Casi como si hubieran nacido por generación espontánea cuando surgió la relojería. Y no es así. De hecho casi se podría afirmar que la relojería, al menos la relojería tal como la conocemos hoy, debe su existencia a Breguet.
Abraham-Louis Breguet ha sido el genio más importante de la relojería; fundamentalmente por sus avances técnicos, pero también por su habilidad como comerciante, por la forma en que llevó el control de todo aquello que producía y que vendía. Esto puede parecer una tontería, pero en estos años de crisis en los que han desaparecido tantas marcas por no saber que tan importante es cumplir con los criterios de cronometría como casar el debe y el haber de sus cuentas, la experiencia como comerciante de Breguet debería ser también una asignatura importante en las escuelas de relojería.
No es de extrañar que el padre del Grupo Swatch, Nicholas Hayek, tuviera tanta devoción por Breguet. Ni que tuviera como una de sus metas no sólo expandir el negocio de la marca, sino conservar las artes que hicieron (y aún hacen) únicos a los relojes de la casa. Es imposible confundir un Breguet con cualquier otro reloj porque tienen un estilo decorativo único, un especial amor por las labores artísticas clásicas, hasta el punto de que en un solo reloj te puedes encontrar hasta 5 tipos distintos de guilloché. Pero es también un laboratorio de desarrollo tecnológico, como también lo fue su fundador. Así, ese reloj con varios guillochés en la esfera lleva dentro, como mínimo, un espiral de silicio. Por eso es tan interesante visitar la manufactura Breguet: te acerca a un legado histórico de la máxima relevancia y a la vez te conecta con la tecnología más avanzada.
La manufactura Breguet está situada en L’Orient, una villa a 1.013 metros sobre el nivel del mar con una población de unos 6.000 habitantes. Forma parte del municipio de Le Chenit, en el Cantón de Vaud, y se encuentra cerca de la frontera con Francia y a una hora y media de Ginebra. Uno de los edificios donde se ubica parte de la producción de Breguet era el que durante décadas alojó al famoso fabricante del Movimiento Lémania, hasta que en 1992 lo compró Breguet.
Desde que fue adquirida por el Grupo Swatch la manufactura Breguet se ha ido expandiendo. De hecho en 2001 Nicholas Hayek inauguró una primera expansión que casi doblaba el espacio ya disponible. Ese momento quedó remarcado por una baldosa conmemorativa.
Hace un par de años hubo otra expansión con la construcción de una nueva ala, de manera que a día de hoy más de 900 trabajadores y más de 30 oficios (de ingenieros a pulidores, de herreros a programadores de software y desde luego relojeros) desarrollan su labor diariamente en un espacio aproximado de 20.000 metros cuadrados. La administración, sin embargo, se encuentra en un edificio situado en el Lac de Joux, a diez minutos de L’Orient. La última de las secciones de la Manufactura Breguet la completan las instalaciones en las que se fabrican las cajas.
DECORACIÓN LEGENDARIA
La visita a la manufactura Breguet comienza en la zona de fabricación de platinas base. Es la parte más industrial, con máquinas de cálculo numérico de última generación. Tal como ocurrió en mi visita a la manufactura de Blancpain, la casa prefiere que no se hagan fotos, así que pasamos directamente a las demás zonas, que de hecho tienen bastante más enjundia.
Y es que a continuación entramos en la zona de artes decorativas, verdadero tour de forcé de la marca. De hecho sorprende el contraste entre los pocos operarios de la zona anterior a esta. Al fin y al cabo a la mecanización de procesos se llama así porque la hacen máquinas y no personas. Las exquisitas decoración de la manufactura Breguet, sin embargo, están siempre hechas a mano. ¡Y qué manos!
Una de las antiguas máquinas decora la entrada al edificio, pero muchas más están presentes en estas salas, como testimonio vivo de su pasado. Pero lo más sorprendente es ver que todavía se usan, tras haber sido reacondicionadas. Y cuando digo reacondicionadas me refiero a que se les ha añadido un microscopio para controlar mejor el trabajo y, en algunos casos, una cámara para proyectarlo sobre una pantalla.
En primer lugar estuvimos en la zona de anglage, donde unos 30 artesanos se dedican a biselar platinas, ejes, puentes y cualquier otro elemento que lo necesite hasta conseguir un reflejo uniforme y con una inclinación de 45 grados. Siempre te ofrecen probar tú a intentar reproducir eso que parece tan fácil. Yo siempre accedo, por varios motivos: uno porque me gusta, otro porque siempre pienso que va a ser más fácil de lo que es, y por último porque me alegra saber que mi clamoroso fracaso va a servir para que los que allí trabajan puedan sonreír viendo cómo sudamos la gota gorda y de paso reafirmarse en lo bueno que son ellos en lo suyo…
Después pasamos a una máquina del famoso guilloché de Breguet, que se lleva a cabo a base de girar con mimo las manivelas que acercan las distintas piezas al buril que las horada para crear los motivos decorativos. Es increíble la coordinación que hay que tener para girar la manivela con una mano mientras que con la otra el artesano ejerce la presión correcta para lograr el motivo deseado. Y bien lo puedo atestiguar, porque me dejaron hacerlo y, al acabar, me dijeron que estaba muy bien para ser la primera vez. No sé si he mencionado que todo el mundo es allí muy amable y educado.
En la manufactura Breguet se dominan todas las artes decorativas: Côtes de Genève, perlado, graneado, biselado, etc. Por supuesto son técnicas sólo practicadas por profesionales de larga experiencia. Formar a un experto en guilloché lleva tres años. De hecho ellos dicen que saben distinguir quién ha hecho algo por la forma en que se ha llevado a cabo el trabajo.
La perfección de la manufactura Breguet a la hora de decorar con guilloché queda patente (si aún no estaba claro) cuando ves el grabado nada menos que en nácar, un material tan delicado que parece imposible que se pueda decorar. Pues Breguet lo hace.
Otra de las técnicas llamativas que se llevan a cabo en la manufactura Breguet es el llamado “grenaillage” o granallado. Originalmente se realizaba mediante evaporación de mercurio. Las platinas se recubrían de oro y mercurio y después se calentaba para evaporar el mercurio, de manera que el oro se quedaba pegado en la platina, protegiéndola contra la oxidación. Hoy en día no se utiliza una técnica así de tóxica (es decir, no es tóxica en absoluto), sino un disparo de microesferas sobre la superficie, que queda así elegantemente decorada.
El grabado es otra de las asombrosas técnicas practicadas en la manufactura Breguet. A menudo los relojes de la casa tienen grabados muy elaborados, y es realmente increíble ver cómo plasman dibujos y texturas con sus buriles, cuando uno no sería capaz ni de pintarlo con un lápiz. Basta mirar el resultado en este calibre:
Cómo consiguen hacerlo con esa perfección es algo que me embelesa.
TOURBILLON
Una de las altas complicaciones más preciadas por todos los aficionados es el tourbillon, quizá la invención que más identifica a Breguet (hoy en día más por su belleza que por su utilidad). Es por tanto obligado cuando se visita la manufactura Breguet el pararse a hablar sobre el tourbillon en sus distintas versiones. Siempre decimos que el tourbillon es una «alta complicación», pero no es hasta que hablas con un relojero especializado en tourbillones que te das cuenta de lo muy complicados que son. Cada reloj necesita un tourbillon distinto, y hacer el idóneo puede ser casi una pesadilla. Por no hablar de su ajuste y decoración.
Tuvimos la suerte de ver maravillas como el Double Tourbillon referencia 5349, el Classique Extra-Plat Squelette 5395 o el Tradition «Grande Complication» referencia 7047, con tourbillon y mecanismo de huso y cadena (entre otros). Fue una conversación altamente técnica, e igualmente interesante.
NÚMERO DE SERIE
También vimos cómo se imprime el número de fabricación de cada reloj. En realidad se trata del sistema tradicional de transferencia mediante tampón: se prepara una placa con el número sobre la que se le aplica una fina capa de tinta. A continuación se «posa» el tampón de silicona sobre la esfera -con la fuerza exacta para que se empape con la cantidad exacta de tinta- y a continuación se lleva a la esfera, donde nuevamente se aplica el tampón para que quede transferido.
Por supuesto es un proceso que consume mucho tiempo, porque el artesano hace numerosas pruebas para que el resultado sea perfecto. Esto es inevitable cuando se usa la técnica para crear el disco de índices y minutos, pero Breguet utiliza todo ese tiempo tan sólo para un número que podría grabar una máquina en la trasera del reloj y sería todo más rápido, eficiente y barato. Pero las labores artísticas en la manufactura Breguet no se rigen por esas combinaciones. Afortunadamente.
TALLER DE REPARACIÓN Y CONSERVACIÓN
Hay en la manufactura Breguet un pequeño taller dedicado a la reparación de relojes antiguos, tanto de pulsera como de bolsillo o de mesa. De hecho, nada más entrar en el departamento nos encontramos con un reloj «Sympathique». La quinta acepción de «simpatía» en el Diccionario de la Real Academia Española es «Relación entre dos cuerpos o sistemas por la que la acción de uno induce el mismo comportamiento en el otro». En la parte superior del reloj de mesa hay un hueco para otro reloj -en este caso, un repetidor de minutos- que, al estar ensamblado, se acompasa con el de mesa y corrige sus posibles desviaciones. Para que luego digan que la sincronización es algo de los satélites: el primero lo produjo Breguet en 1793. Antes incluso que la invención del tourbillon.
Otra de las joyas que se conservan en el taller es la reproducción del reloj de Marie Antoinette. Ya conté en su momento que tras el robo del original Nicolas Hayek encargó una copia exacta. Lo más llamativo es que no había plano alguno del reloj, así que se construyó en la manufactura Breguet basándose simplemente en dibujos y referencias, construyendo cada pieza partiendo de cero. Que es lo que hace este departamento con cualquier reloj que les llegue y del que no tengan utillaje: lo construyen ellos de cero. Como la pieza que aparece en la foto.
Se conservan incluso rubíes auténticos utilizados antiguamente, guardados en una preciosa caja de entonces. El tipo de cosas que hacen que nos maravillemos de cómo eran las cosas antes, cómo podían hacer tanto con tan pocos medios como tenían, y que duraran literalmente siglos. Es una maravilla.
La visita a la manufactura Breguet acabó de la mejor manera posible: probándonos algunos relojes de la colección de este año. Un placer y a la vez una tortura, porque los tienes en la mano, en la muñeca, y luego los tienes que devolver…
Qué fácil es enamorarse de los relojes de Breguet. Pero cuando visitas la manufactura y te das cuenta de todo lo que significa crear una sola pieza, al amor se une la admiración. No hay mejor combinación para una relación para toda la vida. Más información en Breguet.es.