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Nuevo Tudor Ranger con fotos en vivo y precios. El regreso del reloj de aventura

Tudor Ranger

Uno de los miembros con más solera de la casa vuelve a la vida: el nuevo Tudor Ranger regresa a la escena para celebrar una de las aventuras en las que la marca supo probar su valía: la British North Greenland Expedition. Y para este renacimiento, Tudor lo ha equipado con un calibre de manufactura y -como siempre- con un precio atractivo.

Los orígenes de la familia Tudor Ranger se remontan a 1929. Este fue el año en el que Hans Wilsdorf registró el nombre «Ranger», sólo tres años después de registrar la marca «TUDOR». En aquella época, el nombre no se utilizaba para para indicar el modelo específicamente, sino para añadir un aspecto aventurero a a ciertos relojes de la colección TUDOR.

La estética que ahora reconocemos como el Ranger no apareció hasta los años 60, con sus grandes números arábigos generosamente recubiertos de material luminiscente a las 3 (para los modelos sin fecha), 6, 9 y 12, así como sus agujas de diseño único.

A lo largo de su historia, el Tudor Ranger se ofreció en diferentes versiones con y sin fecha, con cuerda automática o manual e inicialmente con el logotipo de la rosa de Tudor seguido del escudo en la esfera. Ya en 1973, se fabricó una versión del del Ranger con brazalete integrado bajo el nombre de «Ranger II».

THE BRITISH NORTH GREENLAND EXPEDITION

La Expedición Británica a Groenlandia del Norte representó un momento fundamental para Tudor y sus relojes herramienta. Desde 1952 hasta 1954, unos 30 hombres fueron enviados al Gran Norte, en Groenlandia, en una estación cuyo nombre en clave era Hielo Norte. El objetivo era realizar estudios científicos de glaciología, meteorología, geología y fisiología, e investigar y registrar el terreno. También se llevaron a cabo investigaciones sismológicas y gravitacionales.

En la muñeca de estos hombres había relojes de pulsera Tudor Oyster Prince recién introducidos: se emitieron 26 relojes en total, con la referencia 7909. Estos relojes de esfera blanca tenían caja Oyster de acero de 34 mm y un movimiento automático en su interior. Los relojes tenían que ser probados, con los datos de cronometraje registrados por cada usuario.

Todos los relojes de la expedición están perdidos, excepto uno. Y por una razón muy curiosa: Un día de 2014 Tudor recibió una llamada del Comandante Desmond «Roy» Homard, que estuvo en la British North Greenland Expedition. Aquí está durante la misión:

Desmond dijo que había encontrado el reloj en el fondo de un cajón de la cocina (porque no lo había devuelto al final de la expedición). ¡Sesenta años perdido! Tudor comprobó que, en efecto, el reloj era el de la expedición y lo ha guardado tal cual, junto con otra documentación sobre la hazaña. El comandante murió un año después, en 2015.

Entre esos documentos se guarda una carta recibida por Rolex de uno de los otros miembros de la expedición en la que alaba la precisión del reloj en temperaturas que variaban entre los 21 y los -45 grados Celsius incluso después de haber estado sumergido en el agua helada, y cómo nunca tuvo que darle cuerda, lo que significa que la carga automática funcionó a la perfección.

En función de las temperaturas previstas, los relojes Tudor enviados para este proyecto estaban especialmente lubricados con aceite «ártico» y provistos de extensiones de brazalete para que los relojes pudieran llevarse sobre las mangas de las parkas.

Recordemos que esto ocurrió en paralelo a la expedición del Everest con Rolex, como conté en la historia del Rolex Explorer.

Esta prueba sobre el terreno dio la confirmación de que, en efecto, los relojes de Tudor eran un verdadera herramienta de trabajo, que se ajusta a la filosofía con la que se había creado la marca. Por eso, en 1965 creó el Tudor Ranger, con un aspecto que sí acompasaba su espíritu de instrumento para la aventura. El reloj se mantuvo, con las variaciones que decía arriba, hasta 1988. En 2014 lo volvió a lanzar, pero con un movimiento ETA.

Cierto es que en 2015 pudimos ver con fotos en vivo el Tudor North Flag, con un aspecto muy parecido y con calibre de manufactura, lo que de manera efectiva canibalizaba al Tudor Ranger. Un movimiento confuso que acabó con los dos modelos, porque el North Flag no llegó muy lejos. Ahora, en el 70 aniversario del comienzo de la expedición, el Tudor Ranger vuelve por sus fueros.

TUDOR RANGER 2022

Sería muy aventurado decir que el Tudor Ranger es una revolución, pero sí han cambiado suficientes cosas como para que podamos considerarlo una auténtica novedad. Lo que está claro, de arriba abajo, es que la casa ha querido mantener a toda costa su aspecto de herramienta simple, dura, bien construida.

La caja del Tudor Ranger es ahora de 39 mm de diámetro y aproximadamente 11 mm de altura. La caja, para darle un aspecto verdaderamente instrumental, está totalmente satinada, incluido el lateral. El mismo acabado se encuentra en el bisel liso que enmarca un cristal de zafiro abombado, aunque en su periferia se encuentra un fino acento pulido. La caja le resultará totalmente familiar a los que estén acostumbrados a un BB58 (como mi 925, que vimos con fotos en vivo), ya que comparte la misma forma y diseño general (sin el bisel giratorio, por supuesto).

La esfera es negra mate, con una textura arenada. Sigue apostando por los clásicos números arábigos a las 12-3-6-9 y los marcadores rectangualres para las indicaciones de los 5 minutos. Las agujas también están en línea con las versiones vintage de este reloj, con una combinación de forma de flecha para las horas, bastón para los minutos (aunque con una punta alargada).

El segundero ahora sólo tiene la punta roja (en la anterior versión era la aguja entera). Todas las impresiones son de color beige, lo que refuerza la sensación retro del Tudor Ranger. Toda la información relevante se ha rellenado de Super-LumiNova para poder ser leído en la oscuridad.

CALIBRE DE MANUFACTURA

Otra de las variaciones que hay en la esfera del Tudor Ranger es que ha desaparecido el texto curvo de la esfera, que ha sido sustituido simplemente por el nombre del reloj. El quitarse curvas ha sido algo que ha ocurrido en todos los Tudor cuando han incorporado un calibre de manufactura, como el MT5402 que da vida al nuevo modelo.

Como tal, el calibre se beneficia así de una fuerte mejora mecánica y de una mayor precisión, ya que el movimiento está certificado como cronómetro por el COSC. El movimiento, fabricado por Kenissi, es automático, con cuerda bidireccional y un puente de volante transversal para mayor robustez. El volante se mueve a 4 hercios y cuenta con una espiral de silicio antimagnética. Almacena hasta 70 horas de reserva de marcha. Desafortunadamente queda escondido tras una insustancial tapa trasera.

TRES FORMAS DE ATARLO A LA MUÑECA

Como es habitual en la marca, el Tudor Ranger tiene tres opciones, el brazalete, la correa de fibra y caucho, que hemos visto arriba, y una NATO, fabricada -como siempre- por la empresa Julien Faure, en la región francesa de St-Étienne.

Tiene un color de base verde y una franja central roja y dorada. Con esos colores, inmediatamente fue identificada, por los periodistas que asistimos a su presentación en Madrid, como «la correa de la Guardia Civil». Un honor para Tudor.

El brazalete de acero tiene el cierre T-Link, que le da un aspecto de calidad excelente. Un doble cierre -al estilo Rolex- con el logotipo de la marca.

Hay además un detalle muy bueno: el cierre se hace sobre bolas de cerámica, de manera que no se produce desgaste del metal, además de hacer un sonido muy agradable al abrir y cerrar.

Además lleva un extensor interior que puede aumentar el diámetro del brazalete hasta 8 mm., lo que viene muy bien en verano.

La correa de fibra tiene el cierre plegable tradicional de la casa.

PRECIO Y CONSIDERACIONES FINALES

El Tudor Ranger tiene unos precios que se ubican en una zona dulce, muy por debajo de, por ejemplo, Omega, y al nivel de lo que ofrece Longines, pero con mejores calibres (aunque eso no es todo en una decisión de compra). Tanto la versión NATO como la de fibra tienen un precio de 2.590 euros, mientras que la de brazalete tiene un precio de 2.880 euros.

El único riesgo que corre el reloj, en mi opinión, es que la esfera resulte demasiado simple, demasiado «herramienta», por así decir, para el dinero que cuesta. Y no olvidemos que los relojes conquistan el corazón. El cerebro va después siempre, y nunca tiene el poder de decisión. Y estos relojes no los van a comprar obreros de la construcción o aserradores de los bosques de Montana (o no sólo). Veremos cómo responde el mercado.

Tudor siempre hace el tremendo esfuerzo de tener los relojes en las tiendas desde el momento en que los anuncia oficialmente (como debería ser siempre para todas las marcas), así que ya se pueden comprar. Más información en tudorwatch.es.

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