Lo vemos continuamente en relojes que, sólo con nombrarlo, ya cuestan decenas de miles de euros más. Pero ¿qué es exactamente el tourbillon? ¿Es necesario? ¿Merece la pena lo que cuesta? Vamos a intentar dar respuesta a estas preguntas.
Antes de hablar de lo que es un tourbillon hay que saber por qué se inventa. El volante, el corazón de un movimiento mecánico, está sometido a la fuerza constante de la gravedad cuando se mueve hacia delante y hacia atrás. Como si tuviera una plomada atada que lastra el movimiento cada vez que gira. Esa fuerza termina por influir en el funcionamiento del volante, lo que se traduce en una falta de precisión del mecanismo.
Ahí es donde entra Abraham-Louis Breget, quien, como otros relojeros de la época, estaba preocupado por un problema que afectaba a sus relojes, y empezó a pensar en un forma de solucionarlo, respondiendo a su propia pregunta: «¿qué pasaría si el volante estuviera en todas las posiciones al mismo tiempo?». Si fuera posible, promediaría todas esas variaciones gravitacionales y proporcionaría un ritmo más uniforme.
En 26 de junio de 1801 obtuvo la patente de un sistema de que dijo: ‘He conseguido anular, por compensación, las anomalías causadas por las diferentes posiciones de los centros de gravedad de los movimientos reguladores». Breguet lo llamó torbellino, que en francés se dice tourbillon. Esa fecha es la que aparece en los tourbillones de Breguet, pero según el calendario republicano, que era el que regía entonces: 7 de Mesidor del año IX.
Lo que ideó fue un dispositivo que encapsulaba todo el escape, haciéndolo girar de manera que el volante trabajaba en toda la circunferencia, compensando así los efectos de la gravedad.
¿CÓMO FUNCIONA UN TOURBILLON?
Mientras que un movimiento tradicional envía su energía al mecanismo de bloqueo y desbloqueo del escape para evitar que se agote al instante, un reloj con tourbillon envía la energía primero a la jaula del tourbillon, que alberga el escape. La jaula se sitúa directamente entre el tren de engranajes y la rueda de escape, y cuando la jaula gira, la rueda de escape la órbita. Si no fuera por la rueda fija situada debajo de la jaula del tourbillon, la rueda de escape no haría nada. Un piñón que conecta la rueda de escape con la rueda fija hace girar la rueda de escape.
Y a partir de ahí, todo sigue igual. La rueda de escape empuja la horquilla de paletas, que bloquea la rueda de escape y hace girar el volante; el volante rebota de nuevo en el muelle de equilibrio, golpeando la horquilla de paletas, desbloqueando la rueda de escape y permitiéndole avanzar un diente más. Igual que un movimiento normal.
¿ES ÚTIL EL TOURBILLON?
Hay que tener en cuenta que el tourbillon se diseñó pensando en los relojes de bolsillo, que están siempre en la misma posición. Los relojes de pulsera, sin embargo, van cambiando de posición continuamente. Por eso leemos en muchos calibres que se han ajustado en 5 o incluso 6 posiciones. Pero, aunque no sea así, el movimiento de la muñeca evita el problema gravitacional. Además, como cualquiera puede atestiguar, nuestros relojes son precisos sin necesidad del tourbillon.
Así que podríamos decir que los relojes funcionan a pesar de que tengan un tourbillon. Pueden prescindir -y de hecho así ocurre- de él sin que pase nada.
Entonces, ¿por qué un tourbillon?
Pues porque nos gusta. Porque es una obra de ingeniería fundamentalmente inútil, pero muy bella. Porque un tourbillon que tiene más de 80 piezas no pesa más allá de un gramo, y además todas decoradas. Porque su movimiento resalta la belleza que de por sí tiene la mecánica de un reloj. Porque ser capaz de hacerlo no está al alcance de cualquiera, y la dificultad nos hace que apreciemos aún más el objeto en movimiento.
Un tourbillon no nos hace falta, pero es que tampoco nos hace falta un reloj. Y sin embargo…