Moritz GrossMann es una de esas marcas absolutamente desconocidas para el público. Incluso entre el aficionado a la relojería, normalmente ávido de información de lo que hay en el mercado, es una marca que no tiene mucho éxito. La propia casa también tiene culpa de ello, porque se promociona entre muy poco y nada, y parece contenta con sus ventas en su país de origen (Alemania) y en los circuitos más pequeños de coleccionistas.
Tampoco le ayuda mucho los nombres que da a sus colecciones (Benu y Tefnut) porque, de todos los nombre mitológicos egipcios, no son estos dos los más conocidos (por cierto que el ave fénix egipcio se escribe con dos enes: Bennu). Pero en cuanto que se conocen un poco los relojes te das cuenta de que estás ante una de las marcas más exquisitas de la industria. Ya lo vimos en el vídeo del Hamatic, y este Moritz Grossmann Benu Primavera es otra prueba más de ello, y de las más llamativas.
Afortunadamente, la casa tiene como distribuidor en España a Grassy, que tienen la amabilidad de darme acceso a piezas que de otra forma serían inalcanzables. Los aficionados españoles ya conocen de la historia y profesionalidad de la casa, que es también parada obligatoria para quien visita nuestro país.
La caja de oro blanco del Moritz Grossmann Benu Primavera (así, en español) tiene 41 mm de diámetro y 11,35 mm de altura, y es comodísima en la muñeca. De hecho, destaca sólo por el color de la esfera, porque el reloj resulta absolutamente discreto y bien encajado sobre el brazo.
La caja tiene un bisel delgado que enmarca una esfera de plata maciza en la que el pequeño segundero está ligeramente hundido, de modo que las agujas en forma de lanza de acero inoxidable pueden flotar firmemente sobre la escala de minutos.
La esfera del Moritz Grossmann Benu Primavera se ha creado mediante una elaborada técnica de lacado, denominada acabado bicolor rayos de sol, que produce una gradación de color de transparente a opaco. Moritz llama a la esfera «borgoña», pero lo cierto es que, para mí, tiene más acentos morados que rojos. Pero en cualquier caso resulta preciosa. Tan elegante como llamativa.
Las agujas en forma de lanza, acabadas manualmente, añaden clase a su personalidad. A pesar de su aspecto discreto, es la personificación de la artesanía tradicional y de la ingeniería de última generación que distingue a Moritz Grossmann.
El zafiro del reverso de la caja del Moritz Grossmann Benu Primavera revela el radiante calibre de manufactura 100.1, con la característica platina 2/3 de plata alemana sin tratar decorada con anchas nervaduras horizontales y la firma grabada a mano. Este sofisticado movimiento, que late a 18.000 alternancias por hora (2,5 hercios), ofrece 42 horas de reserva de marcha.
El volante Grossmann está soportado por el puente en voladizo grabado a mano con el típico tornillo micrométrico. Su diseño mejora la capacidad de ajuste de la inercia y consigue una elevada energía cinética combinada con una resistencia al aire minimizada y la menor masa posible.
La característica corona de cuerda Grossmann detiene el movimiento cuando el usuario tira de la corona y lo vuelve a poner en marcha cuando se presiona el pulsador situado a las 4 horas. Esta ingeniosa solución ayuda a ajustar la hora con la máxima precisión al evitar cualquier posibilidad de alterar las posiciones de las agujas.
El Moritz Grossmann Benu Primavera ya está disponible en el mercado (desde luego en Grassy) con un precio de 40.800 euros. Sin duda un reloj para unos pocos, que desde luego podrán citar aquella frase de Shakespeare en Enrique V: «Nosotros pocos, felices pocos». Más información en en-Grossmann-uhren.com.