John Harrison es uno de los inventores que de verdad contribuyeron a que el mundo que conocemos pueda ser como es. Hasta que él irrumpió en la Historia los viajes marítimos eran una lotería en la que la mayoría de los números sólo ofrecían un premio: la muerte.
Se podía calcular la latitud, pero no la longitud. Las naves tomaban como referencia la costa, pero unas simples nubes hacían que se perdiera la referencia y los barcos se desviaran irremediablemente de su camino, que a menudo no conseguían volver a encontrar. Los viajes transoceánicos eran aventuras que incluían entretenimientos a bordo tan excitantes como escorbuto, inanición, canibalismo o suicido.
De ahí que desde el principio de la navegación se intentara dar con un método fiable para calcular la posición real de los barcos, fijándose en la luna, en los planetas, las estrellas. Se llegó a pensar incluso en poner puestos a lo largo del mar con cañones para guiar a los barcos mediante sonido; tal era la desesperación. El remate tuvo lugar el 4 de noviembre de 1707, cuando una escuadra de la Marina británica -4 grandes barcos- se hundió al estrellarse en las Islas Sorlingas (a tan sólo 45 km de Cornualles y donde han ocurrido numerosos naufragios a lo largo de los siglos) con unas pérdidas humanas de entre 1.400 y 2.000 marineros. El peor desastre de la Royal Navy sin considerar las acciones de combate.
La consternación fue tan grande en Inglaterra que 7 años después el parlamento británico aprobó el «Acta de Longitud», que establecía el «Comité de Longitud» y ofreció una recompensa de 20.000 libras (una enorme cantidad para entonces) a quien pudiera lograr que un barco llegara a las Indias Orientales tras 6 semanas de navegación con una desviación no mayor a 30 millas náuticas.
John Harrison, un carpintero que ya había fabricado relojes de edificio en madera que aún hoy funcionan, presentó su primer reloj en 1735. Si bien este H1 ya probó su fiabilidad, el Comité lo rechazó. Durante un período de tiempo que abarcó hasta 1772 John fabricó 5 cronómetros, de los cuales el H4 y el definitivo H5 fueron relojes de bolsillo. Nunca recibió el premio completo, pero entró por la puerta grande de la Historia como el responsable de salvar miles y miles de vidas gracias a su tenacidad y por hacer que el mundo pudiera ser como es hoy, ya que sin la navegación marítima la sociedad no habría avanzado.
Este avance supuso que el mundo se conectó, y de ahí surgió la idea de los relojes que pudieran mostrar la hora en diferentes lugares del planeta. En 1860 Girard-Perregaux creó un reloj de bolsillo que mostraba la hora en San Francisco, Montevideo, Río de Janeiro, Nueva York y París. En 1884 se estableció el sistema universal de tiempo de 24 horas, que comenzaba a la media noche del meridiano más usado: el de Greenwich. Este sistema fue más importante cuanto más habitual fue viajar por el mundo en el siglo XX, y así lo reflejaron los relojes con los GMT y los relojes mundiales.
Ahora que celebramos el tricentenario del Longitude Act, Girard-Perregaux ha decidido crear un Traveller que aúna todos los criterios que estaban en juego en la búsqueda de la Longitud: el globo terráqueo, que aparece en la esfera, la fecha, la luna y por supuesto las horas, minutos y segundos. El Traveller Gran Fecha, Fases de Luna y GMT está en la línea de los relojes para viajeros que ya conocemos en la manufactura, como el 1966 Dual Time o el WW.TC oro rosa.
Pero hay diferencias, sobre todo en la parte inferior de la esfera. A la derecha vemos una subesfera con la hora en origen y la indicación de 24 horas, resuelta de una manera sencilla, clara y elegante. A su izquierda la representación de las fases lunares con una Luna «real», muy bien realizada y atractiva. Seguro que los de Girard-Perregaux se han llevado las manos a la cabeza cuando anteayer vieron el World-Timer Moon de Patek Philippe: ¡es una complicación casi idéntica!
A las 12 aparece una gran fecha de doble disco perfectamente legible. No sé si es el tipo de letra más atractivo, pero está muy bien elegido para ocupar toda la ventana y ofrecer así la mejor visibilidad. Y es el mismo que el de los indicadores de minutos, algo que muchas marcas no tienen en cuenta.
Como viene siendo habitual, GP ha creado también una versión con la esfera negra, más impactante. Yo no sabría con cuál de las dos quedarme, la verdad. Pero además ha lanzado una versión con caja de acero. Sabia decisión, porque pasamos de 29.350 € las dos versiones en oro rosa a 14.250 la de acero. Todos los detalles técnicos están aquí.
Como homenaje a John Harrison Girard-Perregaux ha lanzado una edición limitada a 50 piezas del mismo reloj, pero personalizado. Ha incluido su nombre en la base del bisel interior, ha remarcado el meridiano de Greenwich y, lo más cuestionable de todo, ha incluido un mapa de Europa en la subesfera de GMT en el que ha destacado en rojo la mayor de las islas británicas. Porque John Harrison nació allí. Lo digo por si no lo habíais pillado. Ya sé que parece un poco tonto, pero siempre, en todos los relojes mundiales o conmemorativos, la ciudad de referencia se marca en rojo. Y claro, marcar el pueblecito donde nació John (Foulby) no tenía sentido, así que allá que va el país entero.
Tendría más sentido si el mapa hubiera estado donde está el disco de la fase lunar, porque así el meridiano habría coincidido con Inglaterra. Pero claro, eso hubiera significado hacer un calibre nuevo para una serie limitada a 50 unidades. Impracticable. La casa lo justifica diciendo que el meridiano pasa por la Luna como recuerdo de cuánto tuvo que luchar John Harrison contra la teoría de que la Longitud se podía calcular usando la Luna como referencia (de hecho se puede, pero es mucho más trabajoso). Es una forma de verlo.
Se me olvidaba hacer mención al calibre, que lógicamente es de manufactura, y visible gracias al zafiro del reverso -también en la versión estándar-. El precio del John Harrison es ligeramente superior, 30.900 euros. Pero yo prefiero las versiones corrientes. Incluso sería feliz con la de acero. Muy feliz, de hecho.
Una última cosa: hay un libro que es de obligada lectura para todo aquel amante de la relojería, de la navegación de la Historia o de las tres: Longitud, de Dava Sobel. En él se explica perfectamente la odisea de John Harrison. Está en Amazon.