Cartier es como una central eléctrica de la relojería. Su producción es desbordante, continua, poderosa y deslumbrante. El SIHH es el primer escaparate de sus novedades, pero es que no paran en todo el año. Y por más que su joyería está en lo más alto, la relojería no le va a la zaga; siempre ofrece algo innovador y llamativo.
DRIVE
El nuevo reloj de hombre de Cartier. El año pasado conocimos Clé de Cartier (lo pudimos ver en esta entrada), un reloj pensado en un principio para el hombre pero que sin dejar de serlo (luego veremos una propuesta más radical) ha tenido más repercusión en el mercado femenino, según me admitió alguien en la propia Cartier. No es extraño tampoco; desde su nacimiento la marca propuso numerosas opciones para la mujer, con notable presencia de los diamantes. Drive, sin embargo, tiene una marcada presencia masculina.
Además nace con vocación de llegar a un público más amplio porque desde el principio se lanzan modelos en acero y en oro rosa (el Clé todavía sigue sólo disponible en oro blanco y oro rosa). La caja tiene también un diámetro de 40 mm, pero su forma de riguroso cojín despeja cualquier duda sobre a quién va dirigido el reloj. Es muy masculino, elegante y con un aire suavemente deportivo que engancha la vista desde el primer momento.
Toma su inspiración en las líneas de los automóviles clásicos, de manera que el guilloché de la esfera recuerda la calandra del automóvil, el pequeño segundero al velocímetro, la corona toma la forma de un antiguo tornillo de sujeción del motor… complementado por los poderosos numerales romanos de la marca y las manecillas de espada, viajando el conjunto en una caja pulida cuyas líneas le hacen parecer más grande de lo que en realidad es. Y sin embargo su escasa altura permite su perfecta compatibilidad con camisas de vestir, con un resultado francamente atractivo.
El reloj nace con unas cuantas versiones. La primera y más sencilla es un automático con pequeño segundero y fecha, muy elegante. Como decía antes se ofrece en acero y oro rosa. La versión de acero tiene dos esferas: plateada con manecillas en acero azulado o en gris, que aumenta su aire vintage.
Igual propuesta vemos en la versión en oro rosa, salvo que en este caso la esfera gris va acompañada de numerales y manecillas también en oro rosa. Además el reloj está animado por un calibre de manufactura, el 1904 PS-MC automático (PS significa Petit Secondes) que, gracias a sus 4 mm de altura permite que el conjunto sea tan delgado y quede tan bien en la muñeca. Estoy convencido de que este modelo va a ser un enorme éxito para Cartier. Otro más.
La segunda opción para este Drive es una de las más útiles en estos tiempos globalizados: el segundo huso horario. En este caso viene acompañado de una gran fecha, un verdadero acierto porque las grandes ventanas tienen autoridad propia en la esfera, alejando el ya cansado debate de si fecha sí, fecha no. Siempre he pensado que si tiene que haber fecha, que sea grande para que tome sus propias riendas y no parezca que se ha colado de rondón.
Este Drive presenta la complicación de GMT de una manera ingeniosa y elegante, si bien no tan intuitiva de leer: a las 10 se abre una ventana en forma de abanico en el que la hora en destino se muestra en un marcador de 12 horas retrógrado; es decir, al llegar a las 12 salta al inicio para para seguir la segunda mitad del día. Está conectado con la otra apertura entre las tres y las cuatro, que muestra una indicación día y noche muy bonita, muy distinta a lo habitual. Los seguidores de la marca habrán reconocido inmediatamente que es la esfera presentada con el Rotonde de Cartier Second Time-Zone Day/Night en el Watches and Wonders del 2014, pero para mi gusto queda mucho mejor en el Drive.
La información la aporta el calibre automático 1904-FU MC, desarrollado en la Maison por ese genio de la relojería que es Carole Forestier-Kasapi, la directora de desarrollo de movimientos de la marca.
Por último, Cartier no ha querido que el estreno del Drive haya sido el de cualquier reloj y ha añadido un tope de gama con la complicación más querida: el tourbillon; y además volante. Es el que presenta el calibre de cuerda manual 9452 MC que sólo ofrece horas y minutos y el tourbillon que, al realizar un giro completo cada minuto, sirve también de pequeño segundero, marcado por la clásica C de Cartier. El torbellino se aloja a las 6 y está enmarcado por un bisel que replica la forma de la caja. La esfera en su conjunto es más compleja que las otras versiones de Drive, ya que los numerales se muestran en relieve sobre una superficie satinada rayos de sol que contrasta con el guilloché blanco. El reloj sólo se ofrece con caja de oro rosa y ostenta el sello del Punzón de Ginebra.
La colección llegará en abril, momento en el que intentaré hacer un reportaje en vivo de los distintos modelos.
CLÉ DE CARTIER AUTOMATIC SKELETON
Había dicho que que el Clé nació con cierta ambivalencia masculina-femenina que al final ha inclinado la balanza del lado de la mujer. El Clé de Cartier Automatic Skeleton tiene sin embargo una presencia incisiva, poderosa, afilada. Pasa incluso por encima de las formas de la caja para imponer su ley de ángulos contundentes. Por supuesto es un diseño que ya conocíamos del Rotonde de Cartier Astrotourbillon Skeleton o del Crash Skeleton (que también vimos en este artículo ya citado anteriormente) y que como vemos queda bien a cualquier reloj, porque la idea de utilizar los romanos como puentes que estructuran la esfera y el calibre es muy acertada estéticamente y de perfecta factura técnica.
El resultado es espectacular y resalta especialmente en la nueva caja de paladio, un metal de la familia del platino pero mucho más escaso. El diámetro es de 41 mm y, a pesar de su presencia viril Cartier lanza también una versión con diamantes en el bisel.
Y en septiembre llegará (¡por fin!) la versión en acero, que se ve así:
Más golosinas relojeras de Cartier tras el salto.
ROTONDE DE CARTIER ASTROMYSTÉRIEUX
Otra maravilla de la maison Cartier. Una extraordinaria mezcla de los relojes misteriosos, tan queridos por la manufactura, y la perfección a la hora de estilizar movimientos para hacerlos bellos y eficientes.
Aunque Cartier habla aquí de tourbillon no lo es en sentido estricto, ya que en puridad no hay un volante y un espiral alojados en una caja que los hace girar. Lo que tenemos es el calibre manual 9462 MC que hace un giro completo alrededor de la esfera una vez cada hora. El efecto conceptual es el mismo que el del tourbillon, pero seguramente es el más lento del mundo. El concepto recuerda al Freak Diavolo de Ulysse Nardin, pero esta ejecución es infinitamente más bella.
El calibre del Rotonde de Cartier Astromystérieux forma un solo eje cuyo pivote de giro es el mismo que el de las manecillas, se alinea con la de los minutos y engrana con el barrilete. 408 piezas que parecen muchas menos por la estilizada disposición del volante, del tren de engranajes y del tourbillon, que se acoplan y mueven gracias a la superposición de cuatro discos de zafiro transparente que le dotan de su apariencia ingrávida. El disco de las horas se conecta con el del resto del movimiento (o del tourbillon, podríamos decir) y todo se mueve gracias a un tren de ruedas creado específicamente para mover el conjunto, protegido por un amortiguador especial que anule los efectos de las sacudidas sobre una superficie tan grande. Y a pesar de tener que mover una maquinaria de ese tamaño el reloj goza de una reserva de marcha de 50 horas.
La carga del barrilete se hace mediante otro disco de zafiro que sólo conecta con la corona cuando se gira esta. Cuando se termina de dar cuerda se desengrana. Y además se ha desarrollado un mecanismo de desembrague especial para evitar roturas por sobrecarga. Por supuesto todo el conjunto está patentado por Cartier. El disco inferior tiene dos funciones: mover el tourbillon y habilitar el ajuste de la horas y minutos cuando se tira de la corona gracias a una palanca que bloquea el disco de zafiro durante el funcionamiento normal. Este disco se mantiene en una posición fija y permite arrastrar la jaula del tourbillon por la fuerza motriz del escape.
Al tirar de la corona la palanca libera el disco de zafiro inferior, liberando también la jaula giratoria del tourbillon en la cual va fija la rueda de los minutos, permitiendo así el ajuste de la hora.
Toda esta maravilla se aloja en una caja de paladio con 43,5 mm y 12 de altura. Una vez más no es un reloj pequeño pero si puedes pagar un reloj casi conceptual como éste, del que sólo se harán 100 unidades, seguro que puedes hacerte las camisas y sus respectivos puños a medida… del reloj. Es realmente despampanante.
Digamos por último que Cartier presentó una nueva iteración del Crash Skeleton, esta vez en en oro rosa.
Hay muchos más modelos que iremos descubriendo poco a poco en nuevos artículos, reflejo del poderío de la gran casa del grupo Richemont. Los precios del Crash automático empiezan en 6.050 euros para la versión de acero y 18.800 euros para la versión de oro rosa. La versión con doble uso horario cuesta 8.400 euros en acero y 22.100 en oro rosa. Por último, el tourbillon cuesta 86.500 €. El precio del Clé de Cartier Automatic Skeleton es de 60.000 euros, mientras que el del Rotonde de Cartier Astromystérieux es de 176.000 euros. Más información en Cartier.es.