Hace 20 años Chopard lanzó el primer reloj creado en su manufactura. Lo llamó L.U.C 1860 en honor al fundador de la casa, Louis-Ulysse Chopard, y al año de fundación, 1860. Ahora lanza los Chopard L.U.C XPS 1860 para celebrar el vigésimo aniversario de dicha manufactura, y lo hace en dos versiones: una estándar en acero y otra limitada en oro rosa.
Los Chopard L.U.C XPS 1860 son miembros de la familia L.U.C, la gama más alta de Chopard. De hecho es la única gama en la que Chopard ofrece complicaciones, si exceptuamos la del cronógrafo o reserva de marcha habituales en la colección Classic Racing y de la que se puede ver un ejemplo aquí y aquí. En ese sentido podría haber seguido el camino de Montblanc, por ejemplo, que utiliza calibres base a los que luego añade sus propios módulos de complicaciones. Así podría ofrecerlas en su línea Classic o incluso en la Imperiale -de las que nunca oímos hablar y andan más bien mortecinas- a un precio más asequible. No es así. Chopard prefiere tener todas las complicaciones en relojes 100% manufactura (si bien es cierto que hay un Imperiale de mujer con tourbillon), lo cual le honra.
Antes de meternos a fondo con los relojes debo confesar que tengo debilidad con Chopard, hasta el punto que cuando sacan algún diseño que me parece errado -que los tiene- me enfado más de lo que debiera porque me siento más decepcionado que con otras marcas. Afortunadamente no es éste el caso porque estos Chopard L.U.C XPS 1860 me parecen una preciosidad. Se mueven en un mar proceloso porque los relojes más comprados son los tres agujas y los tres agujas y fecha, un segmento en el que la oferta es casi infinita y destacar no es sencillo. Es verdad que los dos relojes se mueven en el segmento alto de preci de los relojes de vestir, pero es que tienen méritos sobrados para hacerlo.
Ambos tienen una caja de 40 mm, una medida perfecta para los relojes de vestir -aunque siempre hay puristas que consideran herética cualquier cosa por encima de los 38 mm-. Como su forma redonda es muy clásica el reloj parece en realidad más pequeño. Más aún, la primera vez que lo vi pregunté si era, curiosamente, de 38 mm. Ello no es sólo por la forma, sino también por su escasa altura: 7,20 mm, que está muy bien para un reloj automático (luego hablamos del calibre). Por cierto que las siglas XP significan que el reloj es extraplano y la S que tiene un pequeño segundero. Y sí, todo es relativo: 7,20 milímetros está lejos de los verdaderamente extraplanos que hay en el mercado, pero es una medida extraplana para lo que es usual en Chopard. Y en cualquier caso a mí me gustan los relojes con cierta presencia, y en ese sentido esta altura es perfecta.
En la esfera ocurren más cosas de lo que uno tendría previsto en un reloj de vestir. Sin duda lo que más llama la atención son las manecillas; donde uno se espera unas agujas con forma delfín clásica nos encontramos con las tradicionales de Chopard (porque las utiliza en muchos modelos) con su parte inferior más ancha. Son absolutamente Art Déco, y siempre que las veo me acuerdo del edificio Chrysler de Nueva York. Es verdad que es normal verlas en relojes en los que tienen que luchar por su propia visibilidad en esferas muy ocupadas (por ejemplo aquí), pero al usarlas en estos relojes sencillos los dota de una personalidad sobresaliente y distinta; es decir, que es un acierto. Además están facetadas para mejorar la lectura.
La decoración de la esfera de la versión en oro rosa del Chopard L.U.C XPS 1860 es más elaborada, y con buen sentido: hay preservar la exclusividad de quien paga un extra por el metal. Aunque en realidad esa singularidad se extiende a todo el reloj, porque la versión de oro ostenta el sello del Punzón de Ginebra, que como sabemos ya valora no sólo el movimiento, sino el reloj completo. Volviendo a la esfera, tanto la versión de acero como de oro tienen indices aplicados -cada uno en su metal- rodeados por una minutería de ferrocarril en la que los marcadores horarios han sido pintados con la misma forma de diamante que los índices; un detalle precioso que pasa desapercibido a primera vista, pero son detalles como esos los que distinguen grandes relojes de relojes buenos. En la versión de acero la esfera tiene un satinado plateado en rayos de sol que parte del logotipo, mientras que en la versión de oro rosa esos mismos rayos de sol lo conforman un delicado guilloché aplicado manualmente.
El único pero que le pongo al reloj es, como siempre, el motivo del eterno debate: la ventana de fecha. ¿Es mejor una esfera sin fecha? Para muchos sí, para mí depende; yo no soy zelote en esto porque es verdad que la ventana de fecha se consulta mucho más de lo que se piensa, y hay muchos ejemplos de ventanas bien realizadas. Asumiendo que el Chopard L.U.C XPS 1860 se concibió para tener fecha, en este caso yo creo que se merecía algo más elaborado, aunque sólo fuera un borde biselado. Tal cual está no es que sea un crimen ni dejaría de comprarme el reloj por ese detalle, pero es verdad que interrumpe la estética del pequeño segundero, que es muy bonito en su sencillez, y a la del carril satinado sobre el que se asientan los índices. Pero como digo, es un debate eterno.
Si damos la vuelta a los relojes nos encontramos con dos versiones del mismo calibre: el 96.03-L para la versión de acero y el 96.01-L en la versión de oro rosa. Una vez más, la diferencia viene por el Punzón de Ginebra, que obliga a un mayor nivel de acabados. Además el 96.01 añade regulador con cuello de cisne que no sólo es muy estético sino que al tener a la vista la raqueta resulta más sencillo el ajuste cuando sea necesario. Ambos calibres ostentan la certificación COSC de cronometría, y sobre todo ambos disfrutan de -y hacen disfrutar con- un precioso microrrotor en oro rosa, una delicia para los ojos. Los dos barriletes emparejados otorgan una autonomía de 65 horas de marcha, y el órgano regulador se mueve a 4 hercios.
El resultado en la muñeca es fantástico. Atados a la muñeca con correas de aligátor y hebillas de ardillón en su correspondiente metal, estos Chopard L.U.C XPS 1860 son unos perfectos relojes de vestir que hacen lo que de ellos se espera: ser discretos pero dejando claro que en la muñeca hay un reloj. Y sin embargo en el momento en que nos fijemos en ellos van a hacer notar su personalidad y van a hacer saber que su dueño no «lleva reloj», sino que lleva «un señor reloj». La versión en oro rosa es una edición limitada a 100 unidades, mientras que la de acero es de colección estándar. Los precios son de 19.90 euros y de 8.290 euros respectivamente, y están disponibles en la boutique que tiene la casa en la calle Serrano de Madrid. Más información en Chopard.es.