La empresa de ánalisis tecnológico IDC afirma que en el último trimestre de 2017 Apple ha vendido más relojes que toda la industria relojera suiza junta. En concreto estima que unos 8 millones de Apple Watch salieron de Cupertino camino de las tiendas de sus distribuidores en todo el mundo. Si se revisan los datos ofrecidos por la Federación de la Industria Relojera Suiza veremos que para ese mismo período de tiempo las exportaciones estimadas fueron de 6,8 millones de unidades. En esa cifra no se incluyen las ventas dentro de la propia Suiza.
IDC se basa en su conocimiento de la producción china relacionada con el Apple Watch. De hecho hace un par de semanas se dijo que en 2018 Apple podría llegar a vender 25 millones de sus relojes conectados. No es, por tanto, un dato confirmado por la propia Apple, que con el Apple Watch mantiene una política de comunicación particular: mientras que las ventas del iPhone se anuncian a bombo y platillo (salvo, quizá, el iPhone X que no parece haber alcanzado las perspectivas de la casa), las unidades vendidas son siempre un secreto. Pero según dicen los analistas la cifra tiene visos de ser cierta. Y no deja de ser llamativa porque hace no mucho la Federación confirmaba una vuelta al crecimiento de las exportaciones Suizas (está reflejado aquí). Discreto y no uniforme, pero positivo. Pero mientras la industria relojera tradicional suda tinta china para recuperar posiciones, a Apple parece irle todo viento en popa en este sector, tras un 2016 relativamente discreto.
Se estima que las ventas totales de Apple en 2018 rondaron los 18 millones de unidades. Es decir, un incremento de más de un 54% comparado con 2016. Se cree que hace dos años la reina de Cupertino vendió 11,9 millones de unidades. Se puede por tanto asumir que este aumento se debe al lanzamiento del Serie 3, el último modelo lanzado por la compañía, en septiembre de 2017. El reloj incluía la capacidad de integrar una tarjeta SIM, lo que le hacía independiente del móvil. Aún así se estima que Apple no continuará vendiendo 8 millones de su smart watch cada trimestre de 2018: siempre hay un repunte de ventas a final de año que no se sostiene durante el resto del período.
¿Y QUÉ SE PUEDE DEDUCIR DE TODO ESTO?
Hay quien quiere ver en esto la muerte del reloj mecánico a los pies del todopoderoso Apple Watch, y a éste como el nuevo estándar por el que medir qué reloj hay que tener. Pero francamente, nada más lejos de la realidad. Por situar un poco las cosas en su justa medida, hace ahora casi un año se anunciaba que Rolex es la empresa con mejor reputación del mundo. Ahí es nada. Pero es que en esa lista Apple figuraba en el número 20 (¡qué lejos del podio!), y por cierto 9 puestos por debajo de la otrora considerada el Ogro Universal, Microsoft.
Si le decimos a alguien por la calle «mira, ese lleva un Apple Watch» la reacción habitual será preguntar que qué es eso, o si ya se sabe, una más o menos moderada indiferencia. Pero si decimos «mira, ese lleva un Rolex»… Eso ya es otra cosa. Todo el mundo sabe qué es un Rolex y lo que significa tener un Rolex. Los famosos «intangibles» de los relojes. Y lo mismo se podría decir de Omega, aunque en menor medida. Todo el mundo sabe lo bueno que es un reloj Omega, aunque no hayan tenido uno. Eso no ocurre con un Apple Watch ni de lejos.
Pero la industria relojera tampoco debe cerrar los ojos al mundo del smart watch por que es una presencia ya clara en el mercado. Cuando expliqué los motivos de la crisis relojera suiza llamé a los relojes inteligentes «La Amenaza Fantasma». Pero ya de fantasma nada: es uno de los elefantes azules de la habitación relojera, algo que conviene no ignorar. Más aún, la industria tiene que hacer algo al respecto. ¿Por qué? Pues porque la gente joven ya no lleva reloj, y cuando prueban uno de los nuevos relojes conectados las probabilidades son que, si les gusta, sea ese el reloj que elijan. Están -estamos todos- acostumbrados al estilo de los teléfonos inteligentes y por tanto un smart watch resulta mucho más afín al gusto de los jóvenes que un reloj mecánico, que les parece una antigualla.
Apple no es Rolex, desde luego, pero dentro del mundo tecnológico tiene ese mismo aura de infalibilidad y perfección, por lo que si alguien que no es joven se compra uno no va a tener problema en lucirlo. Y eso significa dejar de lado el reloj tradicional. Los principales perjudicados son los relojes de cuarzo, que no dejan de perder ventas a pasos agigantados. Pero puede ocurrir que también los relojes mecánicos vean sus ventas reducirse porque los relojes conectados se las quiten. Cuando salió el primer Apple Watch su diseñador, Jonathan Ive, dijo que la industria relojera suiza tenía un problema. En ese entonces no hizo sino provocar comentarios más o menos despectivos. Ahora esos comentarios se han tornado en ceños fruncidos y preocupación, sobre todo porque nadie parece saber muy bien qué hacer. Baselworld 2018 está al caer. Veremos si la industria ofrece algún tipo de alternativa.