Una nueva edición de los Tissot Chemin de Tourelles, una colección muy querida por la marca por el significado histórico que tiene. Y es que, aunque Tissot es conocida entre las nuevas generaciones sobre todo por su relación con los deportes (el motociclismo y el baloncesto sobre todo, creo yo), la realidad es que es una casa centenaria.
Tissot se fundó en Le Locle en 1853 (de ahí que aparezca la fecha en las esferas) por Charles-Félicien Tissot y su hijo Charles-Émile Tissot. En 1958 el hijo se fue a Rusia en lo que constituyó una exitosa aventura comercial, ya que vendió relojes a los zares y en consecuencia a toda la aristocracia y alta burguesía rusa. Vimos algunos ejemplos en la exposición «Vistiendo el Tiempo» y, más recientemente, en la reedición del Tissot Banana.
Lo que se fundó como un ensamblador de relojes al cabo del primer año ya había suministrado entre 1.100 y 1.200 relojes en Le Locle, convirtiéndole de facto en la empresa que introdujo los relojes de bolsillo producidos industrialmente. Y la casa no dejó de crecer hasta que llegó el momento de construir una manufactura tal como las conocemos, con todos los artesanos en un mismo lugar y con una disposición eficiente. Ese edificio se construyó en el Camino de las torrecillas en 1907, y desde entonces ha sido la sede central de la marca. No es de extrañar por tanto que hayan querido honrar su ubicación con una colección homenaje: Tissot Chemin des Tourelles.
Siendo Tissot un especialista en la producción en serie de grandes volúmenes, no extrañará si digo que la colección tiene un montón de modelos, tanto de hombre como de mujer. Treinta y nueve, para ser exactos, incluyendo los modelos cronógrafos y los de esfera esqueletada. Pero si nos centramos en los de caballero básicamente ahora han salido cuatro: dos azules y dos marrones, con numerales arábigos o romanos. En estos últimos nos vamos a centrar, ya que los otros llegarán en septiembre.
Estos dos modelos tienen sin duda una clara vocación clásica, pensada para gustar en todas partes porque los numerales romanos tienen todavía mucho predicamento para identificar lo «clásico» y lo «serio». Tengamos en cuenta que muchos compran un reloj, el reloj, el que van a llevar siempre y por tanto debe valer para tanto para ir a trabajar como para ir a la comunión de una sobrina o a un fin de semana en el campo. Por eso los relojes que más se venden son así, clasicotes.
Por eso también una caja bañada en PVD color oro rosa, porque el dorado siempre ha funcionado bien en este segmento de relojes. Pero para no hacerlos aburridos los Tissot Chemin des Tourelles tienen una caja con un diámetro de 42 mm, porque el tamaño es un arma eficaz para sacar a los relojes del terreno de lo viejuno y darles un porte más moderno. ¡Y funciona!. Además la carrura está satinada, lo que lo hace más elegante que si fuera todo pulido.
También en la esfera Tissot ha querido ofrecer más. Para ello ha organizado dos secciones muy distintas y separadas por un pequeño anillo que contiene los minutos. Por un lado el círculo central con decoración rayos de sol y por otro una franja con Clous de Paris (clavos de París), una decoración habitual en relojes de alta gama. Por supuesto está hecho industrialmente, pero se agradece su inclusión.
Además los índices están aplicados, lo que le da una presencia aún mejor. Por cierto que es sorprendente el uso del marrón porque no suele ser habitual en estos relojes. No es inusual, pero desde luego es muy poco frecuente. Y aunque queda bien, para mí es mucho más bonito el modelo con esfera azul y caja de acero.
El otro factor importante del reloj es sin duda el calibre que integra: el Powermatic 80. Fue la propia Tissot quien lanzó en 2013 este calibre ETA, modificado para tener 80 horas de reserva de marcha (algo no visto hasta entonces en relojes del segmento bajo). Desde su aparición hasta ahora se ha acreditado como un gran calibre; no sólo por la reserva de marcha, sino por la precisión. Aunque late a 3 hercios (21.600 alternancias a la hora) en vez de a 4, la precisión es excelente. Y es que el calibre sale ajustado de fábrica con láser, de manera que ni quiera trae la tradicional raqueta de ajuste.
Como se ve en las fotos el reloj se lleva muy bien, porque como la altura del reloj es de sólo 10,9 mm no tiene problemas para hacerse un hueco en la muñeca. Lo único que falta saber por tanto es el precio: la versión de brazalete y esfera azul cuesta 815 euros, mientras que la de esfera marrón cuesta 870 euros. Por supuesto que con esos precios las batallas a las que se van a tener que enfrentar estos Tissot Chemin des Tourelles son enormes, porque la competencia es feroz, pero no les faltan armas para mantener su terreno y conquistar nuevos. Más información en Tissot.es.