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Visita a la Manufactura de Jaeger-LeCoultre

Fachada principal de la Manufactura de Jaeger-LeCoultre

Un sueño hecho realidad.

Así es como yo considero el haber podido visitar la Manufactura de Jaeger-LeCoultre. Una de mis marcas favoritas de siempre, el fabricante con más de 1.000 calibres propios, el proveedor de movimientos de las más importantes casas relojeras… Todas esas cosas que siempre oyes decir porque son de verdad. No es la palabrería de marketing a la que estamos acostumbrados, sino una realidad palpable. Así que cuando recibí la invitación para ir fue una de esas alegrías que esperas recibir algún día y que ¡por fin! se hacen realidad. Más aún cuando suponía el primer viaje tras el tiempo terrible de la pandemia.

UBICACIÓN IDÍLICA

Es cierto que Suiza es un país que parece hecho a posta con el Photoshop para que todo resulte precioso, pero es que ir a la Manufactura de Jaeger-LeCoultre resalta aún más esto: tienes que subir una montaña para después empezar a bajar hacia un valle que, cómo no, tiene un lago en el extremo.

Y según vas descendiendo siempre tienes a la vista el edificio de la manufactura, con una presencia sobria que no deja adivinar todo lo que tiene dentro. El sol radiante, reflejado en la nieve, aviva los grises de la sede y te pone de aún mejor humor para afrontar lo mucho que vas a vivir dentro.

EDADES RELOJERAS

Como suele ocurrir con muchos negocios (también el relojero), la Manufactura de Jaeger-LeCoultre ha tenido que ir agrandando sus instalaciones según aumentaba el volumen de ventas y por tanto de trabajo. Y ese crecimiento se puede ver cuando te fijas en las fachadas, donde se pueden ver los años de inauguración de las sucesivas ampliaciones. En esta foto se pueden ver tres fechas: 1866 a la derecha, 1888 a la izquierda y 1912 en el centro.

Por supuesto la actual Manufactura está en lo más alto de las exigencias constructivas para crear espacios de trabajo de última generación, tanto para una fabricación intachable como para el bienestar de los trabajadores.

No es esta una cuestión intrascendente: como en tantos otros sectores de trabajo manual especializado, la relojería suiza se enfrenta últimamente a una escasez de personal, así que el que se tiene se ha de cuidar con mimo para evitar que se vaya a la competencia.

El recorrido por las instalaciones permite ver restos de los edificios originales junto con modernos espacios, todos bañados por la luz que entra por los grandes ventanales. En la foto, carcasas de los Gyrotourbillon de la casa, como el que vimos en vídeo de este Reverso, contra el paisaje que rodea a la fábrica.

 ATELIER D’ANTOINE – REVERSO

En la Manufactura de Jaeger-LeCoultre se llevan a cabo unas experiencias denominadas “Atelier D’Antoine” (el taller de Antonio), llamadas así en honor del fundador de la casa, Antonie Le-Coultre. Son unas actividades que se centran en diversos aspectos relojeros, como por ejemplo el sonido, o como en mi caso, el icono más reconocible de la marca: el Reverso.

Estos talleres no son sólo teóricos, sino que también tienen un componente práctico. Así, nos juntamos en una mesa rectangular para poder disfrutar, en primer lugar, de un paseo por la historia del Reverso desde su aparición en 1931.

La patente original del Reverso

Después pudimos ver algunos modelos de la ingente colección que tiene la familia Reverso. Como para no tenerla: son ya 91 años de éxito ininterrumpido, que abarcan desde el Hybris Mechanica con cuatro esferas, a este Tribute verde que vimos en vivo y que está en permanente rotura de stock, tal es la demanda que hay del modelo.

Jaeger-LeCoultre Reverso Tribute Duoface Fagliano (hablé de él aquí)

Y, por último, el plato fuerte: ensamblar un Reverso. Es ahí cuando te das cuenta de lo difícil que es este arte, que siempre damos por supuesto.

El Reverso que tuve que montar

De repente tienes que apretar un tornillo de menos de un milímetro. Pero eso no es lo malo. Lo realmente complicado es llevar ese tornillo al hueco en el que tiene que ir. Tienes que usar unas pinzas para atraparlo, transportarlo, embocarlo y empujarlo dentro. Dicho así, parece sencillo, llevarlo a cabo con éxito, sin embargo…

Y así una pieza tras otra. Sujetar la caja a la base, poner las asas, atornillarlas, asegurarse de que se puede hacer el movimiento que define al reloj (desplazarlo sobre un eje y darle la vuelta)… Un trabajo que puede resultar frustrante por tu propia impericia, pero a la vez fascinante. Es lo que más disfruto en estas visitas.

Afortunadamente la cosa no quedó ahí, porque pudimos probar un poquito de lo que significa hacer la decoración de las piezas. En la base que recoge la caja del Reverso solemos ver una decoración en perlado. Eso se hace con una máquina con un cabezal que se baja manualmente sobre el metal a decorar.

Y es sólo eso, sólo hay que conseguir hacer cada muesca igual que la anterior. Por supuesto, cuando te pones tú a hacerlo el resultado no puede ser más lamentable. Pero cuando veías a la artesana hacerlo ¡parecía taaan sencillo!

Aquí arriba está la máquina de perlado. Nótese cómo con la mano derecha se aproxima el útil que ha de hacer la marca, mientras que con la izquierda se va girando la esfera. La fuerza debe ser siempre la misma para que todas las marcas queden igual.

A pesar de la patente muestra de inoperancia, nos premiaron con una comida dentro de la propia Manufactura de Jaeger-LeCoultre. Un momento delicioso, y no sólo por lo que comimos (que también).

Pocos sitios mejores para comer, ¿verdad?

MÉTIERS RARES

Después de la comida seguimos descubriendo maravillas de la Manufactura, como el Atelier des Métiers Rares, o Taller de Artes Singulares, en el que reina un imponente silencio catedralicio. Lógico, por otra parte, porque los artesanos relojeros se dedican a las labores más complicadas en decoración y necesitan máxima concentración. Los resultados son impactantes.

Llama mucho la atención el contraste entre los medios de fabricación -que son de primer nivel en cuanto a la tecnología punta- y las herramientas que utilizan los artesanos, que no han variado en siglos. Hay algo reconfortante en poder confirmar que sí hay una verdad relojera detrás del marketing.

Pigmentos para la creación de esmaltes de colores

Impresionante efecto 3D, ¿verdad?

Una esfera pintada a mano con la Gran Ola de Kanagawa

EL MUSEO

Por último, pudimos visitar el museo que hay dentro de la Manufactura de Jaeger-LeCoultre, que es otro festín relojero. Para empezar, las vitrinas de relojes Atmos, que es como para quedarse embobado mirándolas por horas (y minutos).

Hay también archivos de las personalizaciones del Reverso que se han hecho a lo largo de la historia -una opción que se sigue ofreciendo hoy en día, por supuesto-.

Hay libros dedicados a las distintas versiones y personalizaciones que se han ido haciendo a lo largo de los años, ya sean colores, escudos de armas o iniciales.

Me dio mucho gusto encontrar la de las iniciales de Horas y Minutos, que también puedes ver tú:

Y otra curiosidad: sobre uno de los pupitres de relojero que se exponen (estos de aquí abajo)

había un reloj con termómetro, higrómetro y estación del tiempo, pero en español.

Hay también una exposición de algunos de los Reversos más reconocidos, incluido uno de los más simbólicos, por su perfección en el tratamiento del esmalte: el modelo de 1936 con el rostro de una joven india. Un precioso retrato que transmite la dulzura del rostro gracias a la prodigiosa mano del artesano.

La visita al museo puso punto final a la visita a la Manufactura de Jaeger-LeCoultre. Decía al principio que el viaje fue un sueño hecho realidad. Pues bien, dado que hay más “Ateliers d’Antoine” que tratan de otros temas, y que también existen los sueños repetitivos, a ver si tengo suerte y me ocurre a mí.

Hay más información sobre la Manufactura en Jaeger-LeCoultre.es.

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