Ferdinand Berthoud, el renacimiento de una marca
Un gran renacer relojero de extremada complicación y tradición
Suiza ha conservado sus fronteras intactas durante siglos (salvo la invasión Napoleónica) porque, aunque parezca lo contrario, no todo el mundo se dedicaba a la relojería. También había industriales, comerciantes y soldados. Digo esto porque uno tiende a pensar que Suiza sólo está habitado por relojeros, dado que parece no tener fin la lista de figuras históricas de la relojería suiza que sirven de pie de apoyo para crear una nueva marca. Ese es el caso de Ferdinand Berthoud.
En el caso de Ferdinand Berthoud hablamos sin embargo de un relojero suizo que hizo fortuna en Francia, ya que aunque nació en Neuchâtel en 1727 de familia de relojeros, a los 18 años se trasladó a París para formarse como tal y allí se quedó (y prosperó). De hecho con sólo 26 años fue nombrado por el Consejo de Luis XV Maestro Relojero. Once años después -1764- es elegido «miembro asociado extranjero» de la Royal Society de Londres por sus publicaciones sobre relojería.
Hay que recordar que en 1760 John Harrison presenta su cronómetro marino H4 que por fin resuelve el problema del cálculo de la longitud (se puede leer un resumen aquí), y es más que probable que Berthoud, un gran relojero por sus propios méritos, tuviese acceso a éste o a los anteriores cronómetros. Para cualquier país con acceso al mar disponer de un cronómetro era algo básico si se quería tener -o mantener- poderío marítimo.
Ferdinand construyó sus propios cronómetros marinos que se probaron en naves francesas, lo que le granjeó el título de Relojero Mecánico del Rey y de la Armada, de la que recibió el encargo de fabricar 20 cronómetros. Recordemos que en ese entonces el precio de un cronómetro era del 30% del valor total de un barco, por lo que podemos suponer que Ferdinand Berthoud tuvo desde entonces una vida acomodada. Aquí abajo tenemos su cronómetro número 6, una auténtica belleza que me encantaría que existiese como reloj de pulsera.
Hace una década, mientras hacía acopio de piezas para el museo de Chopard, su director general y propietario Karl-Friedrich Scheufele, dio por causalidad con el nombre y su historia, e inmediatamente compró aquel para revivir esta. Para ello puso al frente de la dirección creativa a Guy Bove, que ya lo hacía para Chopard, quien creó un calibre y una caja que recogiera la herencia del relojero suizo. Así nació el Chronométrie Ferdinand Berthoud FB 1.
Partamos de la base de que nadie sabe qué habría creado Ferdinand Berthoud hoy día, y ya sabemos que muchas veces se utiliza un nombre para dar legitimidad a la marca y luego se hacen cosas que nada tienen que ver con el personaje histórico y su obra (me viene a la cabeza Graham, por ejemplo). Pero, una vez admitido lo anterior, hay que decir que el FB 1 es un reloj notable. El objetivo de captar la esencia de un cronómetro marino y plasmarla en un reloj está plenamente logrado, y además de manera muy atractiva. Aunque antes de analizarlo yo recomiendo ver el vídeo sobre los cronómetros marinos de Thomas Mercer, porque sirve muy bien para ponerse en situación (pulsa aquí para verlo).
La caja del Chronométrie Ferdinand Berthoud FB 1 tiene forma octogonal y muy elaborada: bajo el bisel pulido encontramos el polígono al que se le han practicado unas aperturas para poder ver el interior del calibre. Esto no sólo es de agradecer visualmente sino que además aligera el peso de una caja que se presenta en oro gris u oro rosa y tiene 44 mm de diámetro y 13 de altura, por lo que no es pequeña y por tanto el peso es un factor a tener en cuenta. Los laterales terminan en una especie de pernos a los que se ata la correa y que son un recuerdo de los cardanes que mantienen los cronómetros marinos horizontales dentro de la caja.
La esfera es también un recordatorio de los cronómetros marinos. Llama la atención la gran manecilla central tipo regulador pero que es en realidad el segundero. Esto es así porque en el mar los segundos son muy importantes porque pueden significar desviaciones de posición grandes (y peligrosas). Además aunque a las 6 hay un tourbillon de un minuto -sobre el que habitualmente encontramos el pequeño segundero- es la rueda central del tren de engranajes la que lo mueve. Es una solución estéticamente muy atractiva.
A las 9 aparece la reserva de marcha (de 53 horas) que peca, como ocurre en tantos relojes, de exceso de palabras: si el indicador ya dice 1 y 0 no sé por qué hace falta además escribir «alta» y «baja». Pero la esfera está bien resuelta, con esa forma hacia dentro para darle dinamismo y que por cierto recuerda al comecocos (o me lo recuerda a mí, vaya). Por último las horas y minutos aparecen a las 12 sobre una esfera lacada en blanco.
Todo ello está movido por un calibre francamente encomiable y que profundiza en la relojería clásica. Para empezar la platina superior e inferior están unidas por pilares, como en los relojes del siglo XVI. La columnas se alinean con las aperturas de la caja para dejar ver en interior del movimiento, en el que además del tourbillon destaca el mecanismo de fuerza constante mediante de huso y cadena. Éste es como digo un elemento tradicional -sobre todo en los cronómetros marinos- para garantizar una entrega estable de energía a lo largo de las 53 horas y que hemos visto en algunos relojes (como en este Zenith por ejemplo) .
Por supuesto el mecanismo se aprecia a través de las ventanillas de la carrura, lo que aumenta el placer visual del reloj, que además continua cuando se gira y se contempla el calibre a través del cristal de zafiro.
Un detalle más: el indicador de reserva de marcha se mueve no mediante un diferencial conectado con el barrilete -como es habitual- sino gracias a un cono que sube y baja con el giro del mismo. Un rubí se desliza por la superficie del cono y transmite su deslizamiento a un eje que a su vez mueve la manecilla de indicación de reserva.
Son estos detalles los que demuestran el mimo y la pasión por el detalle y la fidelidad a la tradición que se ha puesto en el lanzamiento de la marca, sin duda el nuevo amor de Karl F. Scheufele.
Por cierto que el Chronométrie Ferdinand Berthoud FB 1 tiene el certificado de cronometría COSC, pero yo echo de menos una afirmación de la marca sobre la precisión del reloj. Si los cronómetros de John Harrison no se desviaban más de 2 segundos al día, Ferdinand Berthoud no debería conformarse con los márgenes que permite COSC (-4/+6 segundos diarios).
Digamos por último que el reloj se lanza en dos ediciones limitadas, una en titanio (18 piezas) y otra en oro rosa y cerámica (50 piezas), con un precio de 220.000 euros. La idea del grupo Chopard es que, tras el impulso inicial que le ha dado su fundador, la compañía vuele sola y no se le relacione con Chopard o sus relojes, para lo que los desarrollos van a ser independientes. Es de suponer que el año que viene en Baselworld Ferdinand Berthoud expondrá de manera independiente, y será el momento de poder ver los relojes en vivo.
Mientras tanto, esta es su Ficha Técnica Completa, esta es su web y este su vídeo: