En la muñeca: nuevo Montblanc 1858 Chronograph Tachymeter
Una oda a la relojería clásica de Minerva
Montblanc homenajea a la gran e histórica Minerva con un reloj que es un reflejo de la época dorada de la manufactura. Cada milímetro de esta pieza enamora, y hay muchos en este 1858 Chronograph Tachymeter Edición Limitada.
La verdad es que Montblanc está teniendo un último trimestre espectacular. El 1 de octubre vimos el Heritage Spirit Perpetual Calendar Sapphire, uno de los calendarios perpetuos que más me han gustado y cuyo reportaje fotográficos se puede ver aquí. Y ahora nos presenta una nueva línea de relojes, la 1858, cuya rutilante estrella es este 1858 Chronograph Tachymeter, un cronógrafo monopulsante inspirado en un modelo de Minerva de los años 30. Y esta vez con un glorioso movimiento desarrollado enteramente en Villeret.
Antes de empezar a analizar el reloj digamos que Minerva se fundó en Villeret en 1858 (de ahí el nombre de la colección, claro), y desde casi su fundación se dedicó a hacer movimientos de cronógrafo mundialmente aplaudidos por su exactitud y por la belleza de su ejecución, hasta el punto de poder reconocerlos a primera vista, como luego veremos. Baste como ejemplo el mítico calibre 13.20 que vio la luz en 1923 y estuvo en producción durante décadas. De hecho su derivado, el 13.21, se desarrolló en el 2000 porque ya no se podía fabricar el 13.20 con maquinaria moderna. Así de buenos son los calibres Minerva.
LA CAJA
Aunque el 1858 Chronograph Tachymeter está inspirado en un reloj de piloto de los años 30 (no sabemos exactamente cuál, pero en esa época era un producto habitual), las hechuras del guardatiempos son modernas: el diámetro es de 44 mm, totalmente construido en oro rojo de 18 quilates. La caja presenta una preciosa combinación de pulido a espejo con satinado en el lateral, mientras que el reverso también alterna el pulido con el cepillado en el nombre de la marca y el de la colección.
La corona también sigue los criterios de los relojes de aviación: tiene forma de cebolla y es grande para poder ser manipulada cómodamente incluso con guantes de piloto. En el extremo se acomoda el pulsador del cronógrafo que integra el logotipo actual de Montblanc. Por supuesto también está realizada en oro rojo.
Las asas están curvadas suavemente para asentarse adecuadamente sobre la muñeca. El frontal también está pulido a espejo, por lo que mirar el reloj de frente es un placer.
EL CALIBRE
Decía que la caja es de 44 mm, y es por un buen motivo: el nuevo calibre MB M16.29 mide nada menos que 38,4 mm de ancho. Recordemos por ejemplo que la caja del Meisterstück Heritage Moonphase mide 39 mm; es decir, sólo medio milímetro más que este calibre del 1858 Chronograph Tachymeter. Y esos 38,4 mm no son sino puro néctar relojero.
¡Y es que viendo la foto hay poco que decir! Es un calibre que puede mirar de tú a tú a cualquier otro por reputado que sea, porque es de una belleza espectacular. Se puede ver, por ejemplo, el puente en forma de V asimétrica que sostiene dos de los engranajes, un puente patentado por Minerva muy al principio de su historia.
Se aprecia también las sinuososas curvas del embrague y los brazos del cronógrafo, uno de los cuales acaba en punta de lanza -que es otro de los símbolos históricos de la manufactura porque a la diosa Minerva se le representa con una lanza-, y que llevan a la rueda de 5 pilares.
Es muy llamativa la frecuencia del volante: 18.000 alternancias, sin duda a juego con la época. Aunque yo habría esperado al menos 21.600, quién soy yo para enmendarle la plana a Minerva. Recordemos además que todos los relojes fabricados en Villeret pasan el test de 500 horas que, entre otras cosas, garantiza la cronometría de cada pieza.
Por supuesto Montblanc ha dejado al descubierto todo el calibre para poder disfrutarlo en su plenitud, enmarcándolo en un bisel muy estrecho. Al reloj sólo le falta una correa que permitiera llevar a la vista el anverso o el reverso indistintamente, porque uno no sabe con qué quedarse.
Por supuesto todo está hecho y acabado a mano. Más aún, en Minerva cada unidad la monta un sólo relojero, de principio a fin. Es decir, cada pieza es una obra -maestra- de autor. Todos los detalles del calibre (y del resto del reloj) están en la Ficha Técnica Completa.
LA ESFERA
Ese calibre tan grande hace que los contadores estén muy separados entre sí, pero eso no hace sino aumentar la sensación vintage porque en esa época era habitual que así fuese. Ambas subesferas están recorridas por unas manecillas muy bien diseñadas para que sigan siendo retro pero sin ser demasiado prominentes, porque ya hay muchas cosas en la esfera -incluida una escala taquimétrica-.
Lo que más llama la atención son los grandes numerales arábigos, plenos de SuperLuminova, y unas manecillas tipo «catedral» también de oro rojo y con una decoración cloisonné, habitual en las primeras décadas del siglo XX para evitar la fragilidad de las piezas lacadas (o en este caso rellenas de material luminiscente). También es llamativo cómo Montblanc ha elegido un logotipo de la época para no desentonar con el aire del reloj (mucho más bonito el actual, debo decir).
Decía que todos los elementos horarios estaban impregnados de SuperLuminova, y esta es la prueba. A poco que se ensombrece la esfera el brillo es intenso.
EN LA MUÑECA
A pesar de los 44 milímetros el reloj queda muy bien en la muñeca y no da aspecto de grande en absoluto. Y ello es porque el calibre tan sólo tiene 6,3 mm de altura, lo que resulta en una caja de 13,15. Perfectamente llevable.
Todo en el reloj destila refinamiento y, como dice el lema de la casa estos últimos años, transmite «pasión por la alta relojería». Por cierto que el reloj se ata al pulso con una correa de aligátor que termina en una hebilla sencilla, como las de época -salvo que en este caso es también de oro rojo-.
Es una alegría que Montblanc lance este reloj porque si bien Minerva no ha estado nunca quieta, siempre diseñando movimientos o complicaciones, no solemos ver uno de sus cronógrafos a menudo. El más reciente fue el Meisterstück Heritage Pulsograph que vimos el año pasado, pero se hizo casi más hincapié en la novedad de tener un pulsómetro que en el movimiento que lo hacía posible. Así que, como digo, éste es un homenaje muy bienvenido.
Desafortunadamente tampoco creo que veamos este 1858 Chrono mucho porque es una edición limitada a 100 unidades. Y encima el precio es como para no pensárselo: 30.000 euros. Imagino que ya están todos vendidos, claro. Y yo no he sido uno de los compradores, para mi desdicha.
La colección 1858 tiene otro reloj, llamado 1858 Small Seconds Edición Limitada del que hablaré otro día. Hoy toca soñar muy dulcemente con éste.