Muy pocas marcas consiguen que su nombre tenga un significado planetario. Si pidiéramos a la gente que dibujara el logotipo de Rolex estoy convencido de que muy pocos lo harían (lo haríamos) medianamente bien. Pero si preguntamos por lo que significa «Rolex» prácticamente todo el mundo tendría la misma respuesta: el reloj de lujo, el símbolo de que has triunfado en la vida. Sin embargo se puede tener todo un Rolex por un precio razonable: es el Rolex Oyster Perpetual de 39 mm.

Rolex Oyster original de 1926

En sí mismo el nombre Rolex Oyster Perpetual ya indica que la pieza tiene todos los elementos que distinguen a un Rolex. En primer lugar la caja Oyster, nacida en 1926  como respuesta a la debilidad de los relojes ante la humedad y el polvo. El reloj presentaba una caja hermética en la que la corona ejercía presión sobre la caja interior, de manera que esta quedaba sellada. Hoy en día se fabrica a partir de un bloque sólido de acero 904L, particularmente resistente a la corrosión e hipoalergénico, que garantiza una hermeticidad de hasta 100 metros. Del mismo nombre, Oyster, es el brazalete de acero. Hizo su aparición en los años 30 y su combinación de tres eslabones planos de tres piezas le ha hecho llegar hasta nuestros días como el más universal de la casa.

La esfera presenta la misma legendaria simplicidad y facilidad de lectura de todos sus hermanos de familia. Más incluso, porque este Rolex Oyster Perpetual no tiene la ventana de fecha ni por tanto la famosa lupa Cyclops. Ello le permite tener un diseño más equilibrado y sobrio, sin la ruptura dramática de la fecha. La esfera está decorada con rayos de sol, lo que permite disfrutar de los tres colores de la nueva medida: rodio, azul y uva.

A las doce, como es habitual, se sitúa la corona que rige unos índices sólo marcados por el tratamiento luminiscente a las 3, 6 y 9, lo que seguramente hará la lectura de la hora entre las 10 y las 2 algo más difícil por la noche. Pero no será nada dramático porque las manecillas tienen una buena sección con Chromalight (la sustancia luminiscente de Rolex). En cada uno de los colores de la esfera Rolex ha añadido sobre los índices unos puntos -cuadrados más bien- en un color que contrasta con el fondo general y que es, precisamente, lo que hace tan atractivo a este modelo. Así, en la esfera de rodio los superíndices son azules, en la esfera azul son verdes y en la color uva son de color rojo.

En mi opinión la adición de ese contraste le da el toque justo para rebajar la seriedad del Rolex Oyster Perpetual y hacerlo levemente informal, otorgándole una personalidad propia y distinta que le permite codearse con sus hermanos de marca con la cabeza muy alta, ya sea con un traje o con vaqueros.

El reloj se mueve gracias al calibre 3132, por supuesto automático para honrar la otra parte del nombre del reloj, perpetual, que hace referencia a la permanente carga del movimiento gracias a su rotor bidireccional. Hablar de robustez en un calibre de Rolex es una reiteración, porque la solidez y la durabilidad son congénitas en todos sus movimientos.  Tiene espiral Parachrom y amortiguadores Paraflex y una discreta reserva de marcha de 50 horas.  Por supuesto, el 3132 tiene certificación del COSC, como bien queda reflejado en su esfera mediante la tradicional inscripción Superlative Chronometer Officially Certified. Y como también es tradicional el movimiento no se ve porque el fondo es macizo.

El Rolex Oyster Perpetual es, como ya he dicho, francamente seductor cuando lo ves y aún más cuando te lo pones en la muñeca. Según me dicen diversas fuentes el color que más ha éxito ha tenido es el de esfera gris seguido de la azul, mientras que el color uva no lo ha tenido tan fácil. A mí me gustan tanto que si yo pudiera tendría los tres. Pero si sólo quieres uno hay que saber que el precio es de 5.250 euros. Eso son sólo 250 € más que el Oyster Perpetual de 36 mm y te llevas un tamaño más actual y una faz mucho más personal. Una de esas veces en que resulta fácil tomar una decisión. Más información  en rolex.com.